Moderar las
manifestaciones excesivas de entusiasmo, ejercitándose en el examen relativo a
las luchas de cada día, sin dejarse intoxicar, con todo, por la circunspección
sistemática o la sombra del pesimismo.
El culto de la
templanza aparta del desequilibrio.
Controlar la
medida de sus fuerzas en lo que respecta a las directrices y a los pasos
fundamentales de su propia existencia, consultando siempre a los corazones más
maduros en el aprendizaje terrestre y previniéndose, con ello, de probables
desvíos.
Vigilancia
olvidada, desastre seguro.
Mantener
persistencia y uniformidad en las actitudes sin dispersar posibilidades en
múltiples tareas simultáneas, a efecto de que ellas no queden parcialmente
ejecutadas.
Inconstancia e
indisciplina son puertas de la frustración.
Abstenerse de
la sumersión inconsciente en las actividades de carácter festivo, evitando,
igualmente, el egoísmo de familia que inspire la deserción al trabajo de
interés general.
La imprudencia
construye el desajuste, el desajuste crea el extremismo y este genera la
perturbación.
Anular
inclinaciones extrañas a los deberes para con la humanidad y el perfeccionamiento
moral de sí mismo.
La
insinceridad burla, primeramente, a aquel que la cultiva.
Buscar
incansablemente equilibrio y discernimiento en la sublimación de las propias
tendencias, consolidando madurez y perfección en el vehículo físico, desde los
primeros días de la juventud, con las miras puestas en la vida perenne del
alma.
Los
compromisos asumidos por el Espíritu reencarnado tienen comienzo en el momento
de la concepción.
Conducta
Espírita.
Waldo Vieira.
Por el
Espíritu Andre Luiz.
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