4 de septiembre de 2014

Del Joven



Moderar las manifestaciones excesivas de entusiasmo, ejercitándose en el examen relativo a las luchas de cada día, sin dejarse intoxicar, con todo, por la circunspección sistemática o la sombra del pesimismo.

El culto de la templanza aparta del desequilibrio.

Controlar la medida de sus fuerzas en lo que respecta a las directrices y a los pasos fundamentales de su propia existencia, consultando siempre a los corazones más maduros en el aprendizaje terrestre y previniéndose, con ello, de probables desvíos.

Vigilancia olvidada, desastre seguro.

Mantener persistencia y uniformidad en las actitudes sin dispersar posibilidades en múltiples tareas simultáneas, a efecto de que ellas no queden parcialmente ejecutadas.

Inconstancia e indisciplina son puertas de la frustración.

Abstenerse de la sumersión inconsciente en las actividades de carácter festivo, evitando, igualmente, el egoísmo de familia que inspire la deserción al trabajo de interés general.

La imprudencia construye el desajuste, el desajuste crea el extremismo y este genera la perturbación.

Anular inclinaciones extrañas a los deberes para con la humanidad y el perfeccionamiento moral de sí mismo.

La insinceridad burla, primeramente, a aquel que la cultiva.

Buscar incansablemente equilibrio y discernimiento en la sublimación de las propias tendencias, consolidando madurez y perfección en el vehículo físico, desde los primeros días de la juventud, con las miras puestas en la vida perenne del alma.

Los compromisos asumidos por el Espíritu reencarnado tienen comienzo en el momento de la concepción.



Conducta Espírita.
Waldo Vieira. 
Por el Espíritu Andre Luiz.




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