Podemos,
más o menos, retrasar nuestro progreso, pero al final nos sentiremos atraídos
por el amor universal, formando parte de la gran familia de Espíritus Felices
que gozan y trabajan dentro del amor divino.
Atraemos
lo que sentimos.
Según nuestro
estado vibratorio, ejercemos una atracción o rechazo, tanto con las personas
como con los Espíritus, según la afinidad que tengamos con ellos, los buenos
atraen a los buenos y alejan a los malos, lo que significa que nuestras cualidades
morales tienen una gran influencia sobre la naturaleza de los Espíritus que nos
acompañan.