9. El
orgullo os conduce a creeros más de lo que sois, a no poder sufrir una comparación
que pueda rebajaros, a veros, por el contrario, de tal modo por encima de vuestros
hermanos, sea como genio, sea como posición social, sea también como ventajas
personales, que el menor paralelo os irrita y os resiente; ¿y qué sucede
entonces? Que os entregáis a la cólera.
Somos Espíritas. El objetivo de este blog es la Divulgación Espírita (Ciencia, Filosofía y Moral). Se publica en el perfil de facebook, Soy Espirita, desde Madrid, España. Solo tengo un compromiso: La Doctrina Espírta. Es la única consigna que sigo. Somos muchos los que estamos en el Camino del Espiritismo, unos lo sabemos y otros lo son, sin saberlo.
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6 de febrero de 2016
2 de febrero de 2016
La afabilidad y la dulzura
6.
La benevolencia para con sus
semejantes, fruto del amor al prójimo, produce
la afabilidad y la dulzura que son su manifestación.
Sin
embargo, no siempre debemos fiarnos de las apariencias; la educación y las
costumbres del mundo pueden dar el barniz de estas cualidades. ¡Cuántos hay
cuya fingida bondad sólo es una máscara para el exterior, un hábito cuyo corte
calculado disimula las deformidades ocultas! El mundo está lleno de esas gentes
que tienen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón; "que son dulces con tal que nadie les
incomode, pero que muerden a la menor contrariedad; cuya lengua dorada, cuando
hablan cara a cara, se cambia en dardo envenenado cuando están ausentes".
29 de enero de 2016
Dejad a los niños venir a mí
18. Cristo dijo: "Dejad a los niños venir a mí" Estas palabras profundas, en su sencillez, no se concretan al simple llamamiento de los niños, si que también al de las almas que gravitan en los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la esperanza. Jesús llamaba a Él la infancia intelectual de la criatura formada; a los débiles,
a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella. Jesús quería que los hombres fuesen a Él con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad.
a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella. Jesús quería que los hombres fuesen a Él con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad.
28 de enero de 2016
Expiación en la Tierra
13. "Es menester que vengan escándalos en el mundo", dijo Jesús, porque siendo los hombres imperfectos en la tierra se inclinan a hacer mal, y porque malos árboles, dan malos frutos. Es necesario, pues, entender por estas palabras, que el mal es una consecuencia de la imperfección de los hombres, y que no tengan una obligación de hacerlo.
20 de diciembre de 2015
Formación y propiedades del periespíritu
7. El periespíritu, o cuerpo fluídico de los
espíritus, es una de las formas más importantes que adopta el fluido cósmico.
Constituye la condensación de ese fluido en derredor de un centro de
inteligencia o alma. Ya vimos que el cuerpo carnal basa su principio en el mismo
fluido transformado y condensado en materia tangible. En el periespíritu, la
transformación molecular se opera de otra manera, ya que el fluido conserva su
imponderabilidad y sus cualidades etéreas. El periespíritu y el cuerpo carnal
se originan en el mismo elemento primitivo: uno y otro son materia, aunque en
estados diferentes.
11 de diciembre de 2015
La Paciencia
El dolor es una bendición que Dios envía a los elegidos; no os aflijáis, pues, cuando sufrís, sino por el contrario, bendecid a Dios Todopoderoso que os ha señalado el dolor en la tierra para la gloria en el cielo.
Sed pacientes; la paciencia también es
una caridad, y vosotros debéis practicar la ley de caridad enseñada por Cristo,
enviado de Dios. La caridad que consiste en la limosna que se da a los pobres,
es la más fácil de todas: pero hay una mucho más penosa, y por consecuencia
mucho más meritoria: es "la de perdonar
a aquellos que Dios ha colocado a nuestro paso para ser instrumentos de
nuestros sufrimientos y poner nuestra paciencia a prueba".
29 de agosto de 2014
El Porvenir y la Nada (y III)
9. Desde el
punto de vista moral, las consecuencias del panteísmo también carecen de
lógica. En primer lugar, al igual que en el sistema precedente, las almas son
absorbidas en un todo y pierden la individualidad. Si se admitiera, de acuerdo
con la opinión de algunos panteístas, que las almas conservan su
individualidad, Dios dejaría de tener una voluntad única, y sería un compuesto de
miríadas (cantidad muy grande, pero indefinida) de voluntades divergentes. Además, como
cada alma sería parte integrante de la Divinidad, ninguna estaría sujeta a un poder
superior y, por consiguiente, no tendría responsabilidad por sus actos, fueran
buenos o malos. Dado que serían soberanas, las almas no tendrían interés alguno
en la práctica del bien, y podrían hacer el mal impunemente.
26 de agosto de 2014
El Porvenir y la Nada (II)
4. En
tal situación, el Espiritismo viene a oponer un dique a la invasión de la
incredulidad, no sólo con el raciocinio, no sólo con la perspectiva de los
peligros que trae consigo, sino más bien con hechos materiales, haciendo
palpables al tacto y a la vista el alma y la vida futura.
Cada uno
es libre, sin duda alguna, en su creencia, de creer algo o de no creer nada.
Pero aquellos que quieren hacer prevalecer en la mente de las masas, de la
juventud sobre todo, la negación del porvenir apoyándose en la autoridad de su
saber y del ascendiente de su posición, siembran en la sociedad gérmenes de
turbación y de disolución, y contraen una grave responsabilidad.
23 de agosto de 2014
El Porvenir y la Nada (I)
1.
Vivimos, pensamos, obramos, he aquí lo positivo: moriremos, esto no es menos
cierto. Pero dejando la Tierra, ¿a dónde vamos?
¿Qué es de nosotros?
¿Estaremos
mejor o peor?
¿Seremos o no seremos?
Ser o no ser: tal es la alternativa, es para siempre o para nunca jamás, es
todo o nada, viviremos eternamente o todo se habrá concluido para siempre. Bien
merece la pena pensar en ello.
Todo
hombre siente el deseo de vivir, de gozar, de querer, de ser feliz. Decid a uno
que sepa que va a morir que vivirá todavía, que su hora no ha llegado, decidle
sobre todo que será más feliz de lo que ha sido, y su corazón palpitará de
alegría. ¿Pero por qué estas aspiraciones de dicha, si un soplo puede
desvanecerlas?
¿Acaso
existe algo más aflictivo que el pensamiento de la absoluta destrucción? Puros afectos,
inteligencia, progreso, saber laboriosamente adquirido, todo esto sería
perdido, aniquilado. ¿Qué necesidad habría de esforzarse en ser mejor,
reprimirse para refrenar sus pasiones, fatigarse en adornar su inteligencia, si
no debe uno recoger de todo fruto alguno, sobre todo con el pensamiento de que
mañana quizá no nos sirva ya para nada? Si así sucediese, el destino del hombre
sería cien veces peor que el del bruto, porque el bruto vive enteramente para
el presente, para satisfacción de sus apetitos materiales, sin aspiración al
porvenir. Una intuición íntima afirma que esto no es posible.
2. Con
la creencia en la nada, el hombre concentra forzosamente todos sus pensamientos
sobre la vida presente, y no es posible, en efecto, preocuparse lógicamente de
un porvenir en el cual no se cree. Esa preocupación exclusiva del presente que
conduce naturalmente a pensar en sí mismo ante todo es, pues, el más poderoso
estimulante del egoísmo, y el incrédulo es consecuente consigo mismo cuando
deduce esta conclusión: “Gocemos mientras estamos aquí, gocemos lo más posible,
puesto que con nosotros todo concluye. Gocemos aprisa, porque ignoramos cuánto
durará esto.” Y este otro argumento, mucho más grave para la sociedad: “Gocemos
a pesar de todo, cada uno para sí. La dicha aquí es del más listo.”
Si el
respeto humano detiene a algunos, ¿qué freno tendrán aquellos que nada temen?
Dicen que la justicia humana sólo alcanza a los torpes, por esto discurren
cuanto pueden para eludirla. Si hay una doctrina malsana y antisocial, seguramente es la del nihilismo, porque rompe los verdaderos lazos de la solidaridad y de la
fraternidad, fundamentos de las relaciones sociales.
Belchite (Zaragoza) |
3.
Supongamos que, por una circunstancia cualquiera, todo un pueblo adquiere la
certeza de que dentro de ocho días, de un mes, de un año si se quiere, habrá
desaparecido, que ni un solo individuo sobrevivirá, y que no quedará ni huella
del mismo después de la muerte.
¿Qué hará durante este tiempo?
¿Trabajará para
su mejoramiento e instrucción?
¿Se sujetará al trabajo para vivir?
¿Respetará
los derechos, lo intereses y la vida de sus semejantes?
¿Se someterá a las
leyes, a una autoridad, cualquiera que sea, incluso la más legítima: la
autoridad paternal?
¿Se obligará a algún deber?
Seguramente que no. Pues bien,
lo que no sucede en masa, la doctrina del nihilismo lo realiza cada día
aisladamente.
Si las
consecuencias no son tan desastrosas como lo pudieran ser, es primeramente
porque la mayor parte de los incrédulos tienen más fanfarronería que verdadera
incredulidad, más duda que convicción, porque tienen miedo del que manifiesta
al anonadamiento. El título de espíritu fuerte, lisonjea su amor propio. Además, los incrédulos absolutos están
en ínfima minoría, sufren, a pesar suyo, el ascendiente de la opinión
contraria, y son contenidos por una fuerza material. Pero si la incredulidad
absoluta fuese un día la opinión de la mayoría, la sociedad quedaría disuelta.
A esto tiende la propaganda de la idea del nihilismo.
Un joven de dieciocho años padecía de una enfermedad de corazón
declarada incurable. La ciencia había dicho: puede morir tanto dentro de ocho
días, como dentro de dos años, pero no pasará de ahí. Lo supo el joven, y al momento
abandonó los estudios y se entregó a todos los excesos. Cuando se le decía lo
peligroso que era en su situación esa vida desordenada, contestaba:
“¡Qué me importa,
puesto que sólo he de vivir dos años!
¿A qué cansar mi imaginación?
Yo disfruto
de lo que me resta y quiero divertirme hasta el fin.”
He aquí la consecuencia lógica del nihilismo.
Si este joven
hubiese sido espiritista, habría sostenido:
“La muerte sólo destruirá mi
cuerpo, que dejaré como un vestido viejo, pero mi espíritu vivirá siempre. Yo
seré en la vida futura lo que habré procurado ser en ésta. Nada de cuanto pueda
adquirir en cualidades morales e intelectuales será perdido, y redundará en
provecho de mi adelanto. Todos los defectos de que me despoje son un paso más
hacia la felicidad. Mi dicha o mi desgracia venideras dependen de la utilidad o
inutilidad de mi existencia presente. Me interesa mucho aprovechar el poco
tiempo que me queda, y evitar cuanto pueda debilitar mis fuerzas.”
De estas dos doctrinas, ¿cuál es la preferible?
Cualesquiera
que sean las consecuencias, si el nihilismo fuese una verdad habría que aceptarlo.
Y no serían ni sistemas contrarios, ni el temor del mal que resultaría, los que
podrían impedir que lo fuese. No hay, pues, que hacerse ilusiones. El
escepticismo, la duda, la indiferencia, aumentan cada día, a pesar de los
esfuerzos de la religión. Si la religión es impotente contra la incredulidad es
porque le falta algo para combatirla, de manera que si permaneciese inactiva en
un tiempo dado, sería infaliblemente vencida. Lo que le falta en este siglo de
positivismo, en el que se quiere comprender antes que creer, es la sanción de
esas doctrinas por hechos positivos, así como la concordancia de ciertas
doctrinas con los datos positivos de la ciencia. Si ésta dice blanco y los hechos
dicen negro, hay que optar entre la evidencia o la fe ciega.
El Cielo y el Infierno o la
Justicia Divina según el Espiritismo.
Allan Kardec.
1 de febrero de 2014
Influencia Moral del Médium (y III)
230. La instrucción siguiente se nos ha dado con este objeto por un
Espíritu del que ya hemos dado algunas comunicaciones.
Ya lo hemos dicho: los médiums, en su calidad de médiums, sólo
tienen una influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus; sus
funciones son las de una máquina eléctrica que transmite los despachos
telegráficos de un punto distante a otro de la Tierra. De este modo, cuando
nosotros queremos dictar una comunicación, obramos sobre el médium como el
empleado del telégrafo sobre su aparato; es decir, de la misma manera que el tac-tac telégrafo
designa a distancia de millares de leguas sobre una tira de papel los signos
reproductores del despacho, de la misma manera nosotros también comunicamos a
través de distancias inconmensurables, que separan el mundo visible del mundo
invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, lo que nosotros queremos
enseñaros por medio del aparato mediúmnico. Pero también así como las
influencias atmosféricas obran y turban a menudo la transmisión del telégrafo
eléctrico, la influencia moral del médium, obra y turba algunas veces la transmisión
de nuestros despachos de ultratumba, porque nos vemos obligados a hacerles
pasar por un ambiente que les es contrario. Sin embargo, esta influencia se
anula por nuestra energía y nuestra voluntad y ningún acto perturbador se manifiesta.
En efecto, los dictados de una alta importancia filosófica, las comunicaciones
de una perfecta moralidad son transmitidas algunas veces por médiums poco a
propósito para estas enseñanzas superiores; mientras que por otro lado se transmiten
algunas veces comunicaciones poco edificantes por conducto de médiums que se
avergüenzan de haberles servido de conductor.
En tesis general, se puede afirmar que los Espíritus semejantes
llaman a sus semejantes y que rara vez los Espíritus de pléyades elevadas se
comunican por aparatos malos conductores, cuando tienen a la mano buenos
instrumentos mediúmnicos, buenos médiums, en una palabra.
Los médiums ligeros y poco formales llaman, pues, a los Espíritus
de la misma naturaleza; por esto sus comunicaciones están llenas de elogios,
frivolidades, ideas sin continuidad y a menudo muy heterodoxas,
espiritísticamente hablando.
Ciertamente pueden decir y dicen algunas veces cosas buenas; pero
sobre todo en esto caso es menester practicar un examen severo y escrupuloso;
porque entre estas cosas buenas, ciertos Espíritus hipócritas insinúan con
habilidad y con una perfidia calculada hechos calumniosos y aserciones
mentirosas, a fin de engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces debe uno
quitar, sin consideración, toda palabra, toda frase equívoca, y no conservar del
dictado sino lo que la lógica acepta o lo que la doctrina ha enseñado ya. Las
comunicaciones de esta naturaleza sólo son temibles para los espiritistas
aislados, los grupos recientes o poco instruidos; porque en las reuniones en
que los adeptos están más adelantados o han adquirido la experiencia, el grajo
que se adorna con las plumas del pavo real es siempre irremisiblemente despedido.
No hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y escuchar
comunicaciones obscenas; dejemos que se complazcan en la sociedad de los
Espíritus cínicos. Por lo demás, las comunicaciones de este orden por ellas
mismas buscan la soledad y el aislamiento; en todo caso, sólo podrían despertar
el desdén y el disgusto entre los hombres de los grupos filosóficos y formales.
Pero donde se hace sentir realmente la influencia moral del médium,
es cuando éste sustituye sus ideas personales a las que los Espíritus esfuerzan
en sugerirle; igualmente, cuando saca de su imaginación teorías fantásticas que
el mismo cree de buena fe que resultan de una buena comunicación intuitiva. En
tal caso puede entonces hacerse la apuesta de mil contra uno que esto sólo es
el reflejo del Espíritu personal del médium; acontece también el hecho curioso
de que la mano del médium se mueve algunas veces casi mecánicamente impulsada
por un Espíritu secundario y burlón. Contra esta piedra de toque vienen a estrellarse
las imaginaciones ardientes; porque arrastrados por el ardor de sus propias
ideas y por el oropel de sus conocimientos literarios, los médiums desconocen
el modesto dictado de un Espíritu prudente, y abandonado la presa por la sombra
lo sustituyen por una paráfrasis pomposa. Contra este escollo terrible vienen
igualmente a estrellarse las personalidades ambiciosas que, en defecto de
comunicaciones buenas que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus
propias obras como obra de los mismos Espíritus. Aquí tenéis por qué es preciso
que los jefes de los grupos espiritistas estén dotados de un tacto exquisito y
de una rara sagacidad para discernir las comunicaciones auténticas de aquellas
que no lo son, y para no herir a aquellos que se hacen ilusión a sí mismos.
En la duda abstente, dice uno de vuestros antiguos proverbios; no
admitáis, pues, sino aquello que tenga para vosotros una evidencia cierta.
Desde que aparezca una opinión nueva, por poco que la creáis dudosa, pasadla
por el tamiz de la razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido
reprueban, rechazadlo con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir una
sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría podéis
edificar todo un sistema que se derrumbaría al primer soplo de la verdad como
un monumento construido sobre la arena movediza, mientras que si hoy rechazáis
ciertas verdades porque no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un
hecho brusco o una demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la autenticidad.
Sin embargo acordaos ¡oh espiritistas!, que para Dios y para los
buenos Espíritus no hay nada imposible sino la injusticia y la iniquidad.
El Espiritismo está bastante esparcido ahora entre los hombres y
ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros de su santa doctrina, para
que los Espíritus no se vean precisados a emplear los malos instrumentos de los
médiums imperfectos.
Si, pues, un médium, cualquiera que sea, diere un legítimo motivo de
sospecha, por su conducta o sus costumbres, por su orgullo, por su falta de amor
y caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque hay una serpiente
oculta en las matas.
Aquí tenéis mi conclusión sobre la influencia moral de los médiums.
ERASTO”
"El Libro de los Médiums"
29 de enero de 2014
Papel del Médium en las Comunicaciones Espiritistas (y III)
225. La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu
superior, que se ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la
manera más clara y más completa la cuestión de papel de los médiums.
Cualquiera que sea la naturaleza de los médiums escribientes,
mecánicos, semimecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de
comunicación con ellos no varían esencialmente. En efecto, nos comunicamos con
los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola
difusión de nuestro pensamiento.
Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que
sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que
deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus
facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido
por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles
este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón
o de su cerebro, no es perceptible para ellos. En este caso es Espíritu
encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento
a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu
desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a
su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a
nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante.
De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien
provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de
conocimientos anteriores latentes propios para facilitar nuestras
comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él, el fenómeno
de la comunicación no es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia
fuese limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes.
Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y
precisas.
Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada,
nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por
una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos
en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento
la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium
sea intuitivo, semimecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la
diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen
por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y el
calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño
a él, bien que el asunto salga del círculo en el cual se mueve habitualmente, o
bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no
por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades
que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis
deferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos
o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente
opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto
afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor
aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes
que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como
las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e
internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que
nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales, más o
menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o
menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino
tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En
fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos
como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un
aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un
silbato de dos cuartos.
Es incontestable que con el piano, la flauta o el violín, ejecutaremos
nuestro fragmento de una manera muy comprensible para los oyentes; y aun cuando
los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente
diferentes los uno de los otros, nuestra composición será idénticamente la
misma, salvo los cambios del sonido. Pero si sólo tenemos a nuestra disposición
un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.
En efecto, cuando nos vemos precisados a servirnos de médiums poco
avanzados, nuestro trabajo es más largo y mucho más penoso, porque nos vemos
obligados por recurso a tomar formas incompletas, lo que para nosotros es una
complicación; porque entonces nos vemos forzados a descomponer nuestros pensamientos
y proceder, palabra por palabra, letra por letra, lo que es enojoso y fatigante
para nosotros, y una traba real para la prontitud y el desarrollo de nuestras
manifestaciones.
Por esto somos felices cuando encontramos médiums bien apropiados,
bien útiles, dotados de materiales prontos a funcionar, buenos instrumentos, en
una palabra, porque entonces, nuestro periespíritu, obrando sobre el
periespíritu que nosotros mediumnizamos, no hay más que dar impulsión a la mano
que nos sirve de porta plumas o de lapicero; mientras que, con los médiums
insuficientes, estamos obligados a hacer un trabajo análogo al que hacemos
cuando nos comunicamos por golpes, es decir, designando letra por letra,
palabra por palabra, cada una de las frases que forman la traducción de los
pensamientos que queremos comunicar.
Por estas razones nos dirigimos con preferencia a las clases
ilustradas e instruidas, para la divulgación del Espiritismo y el desarrollo de
las facultades mediúmnicas escritoras, aun cuando entre estas clases se
encuentran los individuos más incrédulos, los más rebeldes y los más inmorales.
De la misma manera que dejamos hoy a los Espíritus burlones y poco avanzados el
ejercicio de las comunicaciones tangibles de golpes y aportes, de la misma
manera los hombres poco formales entre vosotros prefieren la vista de los
fenómenos que hieren sus ojos y sus oídos, a los fenómenos puramente
espirituales, puramente psicológicos.
Cuando queremos proceder por dictados espontáneos obramos sobre el
cerebro, sobre el archivo del médium y reunimos nuestros materiales con los
elementos que nos proporciona y siempre sin que él lo sepa; es como si
tomásemos de su bolsillo las monedas que tuviese en él y las colocáramos
siguiendo el orden que nos pereciera más útil.
Pero cuando el médium quiere preguntarnos el mismo de cualquier
manera que sea, es bueno que reflexione formalmente a fin de que pueda
preguntarnos de un modo metódico, facilitándonos así nuestro trabajo de
contestación. Porque, como ya se os ha dicho en una instrucción precedente,
vuestro cerebro está, a veces, en un desorden confuso, nos es tan penoso como difícil
el movernos en el laberinto de vuestros pensamientos.
Cuando las preguntas deben hacerse por terceros, es bueno, es útil
que la serie de preguntas sean comunicadas anticipadamente al médium para que
éste se identifique con el Espíritu que evoca y se impregne de ellas, por
decirlo así, porque nosotros mismos tenemos entonces mucho más facilidad para
responder, por la afinidad que existe entre nuestro periespíritu y es del
médium que nos sirve de intérprete.
Ciertamente nosotros podemos hablar de matemática por mediación de
un médium que parezca no entender nada; pero a veces el Espíritu de este médium
posee este conocimiento en estado latente, es decir, personal, al ser fluídico
y no al ser encarnado, porque su cuerpo actual es un instrumento rebelde o
contrario a este conocimiento, Lo mismo sucede con la astronomía, la poesía, la
medicina y los diversos idiomas, así como con todos los otros conocimientos
particulares de la especie humana. En fin, tenemos, además, el medio trabajoso
de la elaboración con médiums completamente extraños al objeto de que se han
tratado, reuniendo las letras y las palabras, como en tipografía.
Así como lo hemos dicho ya, los Espíritus no tienen necesidad de
vestir su pensamiento; perciben y comunican los pensamientos por el solo hecho
de que existen en ellos. Los seres corporales al contrario no pueden percibir el
pensamiento sino revestido. Mientras que la letra, la palabra, el sustantivo,
el verbo, la frase, por decirlo de una vez, os son necesarias para percibir aunque
sea mentalmente; ninguna forma visible o tangible es necesaria para nosotros.
ERASTO Y TIMOTEO.”
"El Libro de los Médiums"
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