Muy pronto dejaré esta vida y me sentiré muy dichoso
si mi paso por este mundo no ha sido estéril, pues mi objetivo ha sido el
contribuir a llevar la esperanza y el consuelo a los que sufren y he pretendido
iluminar las inteligencias deseosas de conocer la verdad. Debemos de tener
siempre presente, que débil o fuerte, ignorante o instruido, el Espíritu vive
en nosotros y gobierna nuestro cuerpo que sólo es un instrumento para manejar,
según su voluntad. Este Espíritu es
libre y responsable de todos sus actos, y voluntariamente puede transformarse y
mejorarse, aspirando a su propia elevación espiritual.
Las ambiciones personales y las malas pasiones, chocan
con la razón y el sentimiento del deber, y por este motivo, nuestra voluntad
está frecuentemente en conflicto con nuestros instintos. También por decisión
propia, podemos sustraernos de las influencias negativas de la materia,
dominando esta parte material y convirtiéndola en un instrumento dócil. Todos somos conocedores de las
circunstancias por las que han tenido que pasar aquéllos que para cumplir con
su deber, han soportado la injusticia y la incomprensión, han vivido con la
enfermedad y en la más triste soledad, ahogando y venciendo los lamentos de la materia,
que siempre se resiste a someterse al dominio del Espíritu.
Nuestro estado psíquico es obra personal. Nuestro
grado de comprensión y entendimiento, es una compensación a los esfuerzos que
hemos hecho, pues somos lo que hemos querido ser, a lo largo de nuestras muchas
vidas.
El cuerpo fluídico que nos envuelve, sea oscuro o radiante,
reproduce nuestro valor exacto, es como un espejo donde se refleja la verdadera
imagen del Espíritu. Es una imagen real que se plasma con toda claridad en
nuestro periespíritu.
El mundo
espiritual es el mundo de la verdad, nadie puede usurpar un lugar que no le
corresponde, cada uno se encuentra en la situación y en el estado que él mismo
se ha creado, es dichoso o desgraciado, dependiendo de la clase de vida que
haya elaborado para sí mismo.
Ha llegado el momento de comprender que de nuestras ideas,
de nuestras inclinaciones y obras, en un sentido o en otro, nos construimos una
envoltura sutil de bella imagen, abierta a las más delicadas sensaciones, o
bien, una morada sombría, una cárcel oscura, donde después de la muerte, el
alma está sepultada como en una tumba. Así es como el hombre crea su propia
dicha y su felicidad, o por el contrario, su desdicha y su desgracia.
Cuando regresa al mundo espiritual, toda su obra la
lleva grabada en la imagen que él mismo ha creado. Y por un efecto de las mismas
causas, el hombre atrae las influencias del mundo invisible, las vibraciones
negativas, o los vulgares deseos de los espíritus con pasiones desordenadas.
Esta es la realidad de las manifestaciones espíritas; no es otra cosa que la ley de atracción y de afinidad.
En los momentos de meditación, podemos relacionarnos con el mundo espiritual y según
nuestro estado vibratorio, recibir las inspiraciones de espíritus superiores
que nos transmiten paz, o sentir la influencia de los espíritus de escalas
inferiores.
Para la mayor parte de los hombres, la creencia en la
vida futura, no es más que una vaga hipótesis, una idea que todos los soplos de
la crítica hacen vacilar. Los espiritistas, sabemos que los espíritus de las
personas que han muerto, nos rodean y toman parte activa en nuestra vida; se
nos presentan como verdaderos seres humanos, dotados de cuerpos sutiles,
conservando la apariencia y sentimientos que tenían aquí en la Tierra. También sabemos
que la muerte no produce ningún cambio esencial en el Espíritu, el cual
continúa siendo lo que era antes de su muerte, llevándose más allá de la tumba
los afectos, pasiones, debilidades o virtudes, contando en su haber las
acciones cometidas. Todos los bienes materiales aquí se quedan, sólo las obras
malas o buenas que hayamos hecho nos acompañan.
La intuición profunda nos pone en contacto con
nuestros amigos espirituales, y hasta cierto punto nos permite recibir la inspiración
de ellos, proporcionándonos los medios necesarios para establecer una
comunicación entre los dos mundos, terreno y espiritual. Si conseguimos
elevarnos, aunque lentamente, por encima de la influencia que la materia ejerce
sobre nosotros, estas comunicaciones o inspiraciones, se hacen más frecuentes, más
transparentes y reveladoras, y de este modo los espíritus encarnados y desencarnados,
trabajan juntos para conseguir que la gran familia universal, obtenga su
progreso moral y espiritual.
Para poder realizar estas prácticas, es necesario
reunir ciertas condiciones y actitudes, como son: la humildad, la perseverancia,
el desprendimiento, y algo muy
importante como es la elevación moral,
que nos faculta para mantener una comunicación con el mundo espiritual
superior.
El Espiritismo, además de ser
una ciencia, es también un ideal nuevo y renovador, que esclarece las mentes, combate
el ateísmo con demostraciones lógicas, sin misterios; es finalmente el Consolador prometido, que viene a iluminar a la
humanidad y a liberarla del yugo impuesto durante tantos siglos, por el fanatismo
de las religiones tradicionales.
El alma es un mundo en el que aún se mezclan la luz y
la sombra, y en su interior está el germen de todas las potencias, esperando el
momento de su fecundación. El dolor físico junto al dolor moral, es un poderoso
medicamento para el progreso. Las pruebas del dolor nos ayudan a conocernos
mejor y vencer nuestros defectos y pasiones. Con el dolor nos purificamos y con
él aprendemos a ser más pacientes y resignados, fortaleciendo nuestro Espíritu.
No pongamos en duda la justicia divina; el dolor nos arranca
de nuestra indiferencia y modela nuestra alma, dándole una forma más pura, más
perfecta y bella.
Elucidaciones Espíritas
José Aniorte
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