Cada paso que
damos, nos recuerda lo poco que aún sabemos. Nuestras conquistas científicas
solamente son nociones provisionales, superiores a la ciencia del siglo pasado,
pero superada por los descubrimientos de nuestro próximo futuro.
El tiempo
presente sólo es una etapa en el gran viaje emprendido hacia nuestro futuro, un
punto en la historia de las generaciones.
El Espiritismo,
como toda gran idea y descubrimiento, ha tenido que pasar la prueba de la
humillación, de la calumnia, de la incomprensión y de la persecución.
Los fenómenos
espiritistas, considerados en un principio como puro charlatanismo, ya han
entrado en el dominio de la observación seria y rigurosa. Hoy ya hay personajes
eminentes que estudian e investigan estos fenómenos, y hacen constar la gran
importancia y realidad de ellos. En Europa y en América, hay sociedades de
estudios psicológicos que trabajan y hacen serias investigaciones, convencidos
ya de estos hechos. Todo esto, naturalmente, está dirigido a los incrédulos, a
los que aún no aceptan la vida espiritual, a los que no quieren entender la estrecha
relación que existe entre el mundo visible y el invisible.
Para los
espiritistas, estos sucesos ya están más que demostrados desde hace ciento
cincuenta años; pero aún tenemos que contemplar cómo un sector importante de
este planeta, desengañado de las religiones, se debate en el lodazal del
ateísmo y la incredulidad. En estas mentes desconfiadas, es muy difícil introducir
una doctrina nueva, aun siendo ésta una idea buena.
Ante esto no podemos cerrar los ojos y cruzar los
brazos. Debemos
reaccionar ante las dudas, con máximo cuidado y sin asumir ningún compromiso
previo. Debemos antes, investigar y bucear en busca de la verdad, que hasta
ahora no hemos podido encontrar en ninguna religión. Así lo hice yo: busqué e
indagué hasta que encontré la verdad que me convenció con lógica, como un libro
abierto. Al fin hallé la verdad que buscaba, esto cambió totalmente mi vida,
porque vivir en la duda, sin una creencia, sin saber de dónde venimos y adonde
tenemos que ir, es una muerte lenta. Este conocimiento fue como una luz que
ilustró mi mente, despertando en mí el deseo de compartir con mis semejantes,
la felicidad y el bienestar tan inmenso que sentía. En ello empleé todo mi
esfuerzo y recursos posibles, y hoy en los últimos días de mi actual
existencia, me siento útil y realizado, por lo que doy gracias a Dios por todo
cuanto me ha dado.
El advenimiento
del Espiritismo, ha sido uno de los más grandes acontecimientos de nuestra
historia. Hace dos mil años, cuando el paganismo agonizaba en el seno de una
sociedad corrompida, la voz del cristianismo se extendía hacia los más humildes
y desgraciados, dirigida por el Rabí de Galilea. La palabra amorosa de Jesús
nos trajo una moral y una fe nueva, una revelación y unos principios ignorados
por las multitudes, como son la caridad y la fraternidad. De la misma manera
hoy, frente a unas religiones petrificadas en su pasado, incapaces e impotentes
para iluminar el Espíritu del hombre, surge el Espiritismo con una filosofía
racional, abierta a toda comprobación, sea científica o no. Es una doctrina
traslúcida, no tiene anclajes en el pasado, sigue los avances de la ciencia y
está siempre por delante de todo progreso humano. Tiene todos los componentes
necesarios para conseguir una transformación social, eliminando y regenerando los
elementos de descomposición, que hoy afligen y contaminan al mundo.
Los fenómenos
espiritistas, siendo tan importantes por sus resultados científicos y
consecuencias morales, no han sido acogidos con el interés merecido. Tras
tantos siglos de fanatismo religioso, las mentes aún influenciadas han caído
rendidas inconscientemente en los brazos del materialismo, sufriendo mucho
daño. No es tarea fácil reparar los efectos causados, pero el mundo espiritual,
se movilizó y en este último siglo, mandó reencarnar a un numeroso grupo de
espíritus abnegados y luchadores, que hasta hoy están cumpliendo con su deber, restableciendo
la verdad y abriendo nuevos caminos de luz, dando como ejemplo su vida, una
existencia de sacrificio y fidelidad al Maestro Jesús.
Elucidaciones
Espíritas.
José Aniorte.