4. En
tal situación, el Espiritismo viene a oponer un dique a la invasión de la
incredulidad, no sólo con el raciocinio, no sólo con la perspectiva de los
peligros que trae consigo, sino más bien con hechos materiales, haciendo
palpables al tacto y a la vista el alma y la vida futura.
Cada uno
es libre, sin duda alguna, en su creencia, de creer algo o de no creer nada.
Pero aquellos que quieren hacer prevalecer en la mente de las masas, de la
juventud sobre todo, la negación del porvenir apoyándose en la autoridad de su
saber y del ascendiente de su posición, siembran en la sociedad gérmenes de
turbación y de disolución, y contraen una grave responsabilidad.
5. Hay
otra doctrina que asegura no ser materialista, porque admite la existencia de
un principio inteligente fuera de la materia: es la de la absorción en el
todo universal. Según esta doctrina, cada individuo se apropia desde su
nacimiento una partícula de este principio, que constituye su alma, y le da la
vida, la inteligencia y el sentimiento. A la muerte, ese alma vuelve al centro
común y se pierde en el infinito, como una gota de agua en el océano.
Esta
doctrina, sin duda alguna, es preferible al materialismo puro, puesto que
admite algo, y el otro no admite nada. Pero las consecuencias son exactamente
las mismas. Que el hombre sea sumido en la nada o en un depósito común, es
igual para él. Si en el primer caso está destruido, en el segundo pierde su
individualidad, esto es, como si no existiera. Las relaciones sociales quedan destruidas,
lo esencial para él es la conservación de su yo. Sin esto, ¿qué importa ser o no ser? El porvenir para él es
siempre nulo, y la vida presente es lo único que le preocupa e interesa. Desde
el punto de vista de sus consecuencias morales, esta doctrina es tan malsana,
tan desconsoladora, tan excitante del egoísmo como el materialismo puro.
6. Se
puede, además, formular la objeción siguiente contra esa doctrina: todas las
gotas de agua procedentes del océano se asemejan y tienen propiedades
idénticas, como las partes de un mismo todo.
¿Por qué las almas, si proceden de
ese gran océano de la inteligencia universal, se asemejan tan poco?
¿Por qué el
genio al lado de la estupidez?
¿Las virtudes más sublimes al lado de los vicios
más vergonzosos?
¿La bondad, la dulzura, la mansedumbre, al lado de la maldad,
de la crueldad y la barbarie?
¿Cómo difieren tanto unas de otras partes de un
todo homogéneo?
Se dirá. Acaso, que es la educación la que las modifica. Pero
entonces, ¿de dónde proceden las cualidades innatas, las inteligencias
precoces, los instintos buenos y malos, independientes de toda educación y muy
a menudo poco en armonía con los ámbitos en que se desarrollan?
La
educación, sin duda alguna, modifica las cualidades intelectuales y morales del
alma. Pero aquí surge otra dificultad. ¿Quién da al alma la educación para
hacerla progresar? Otras almas que, siendo de un mismo origen, no deben estar
más adelantadas. Por otra parte, el alma, volviendo al Todo Universal de donde
salió, después de haber progresado durante la vida, lleva allí un elemento más
perfecto, de lo que se deduce que ese todo, con el tiempo, debe encontrarse profundamente
modificado y mejorado. ¿Cuál es la causa de que incesantemente salgan almas ignorantes
y perversas?
7. En
esa doctrina, el manantial universal de inteligencia que provea las almas
humanas es independiente de Dios. No es precisamente el panteísmo. El panteísmo, propiamente dicho, difiere porque
considera el principio universal de vida y el de inteligencia como
constituyendo la Divinidad. Dios es a la vez espíritu y materia. Todos los
seres, todos los cuerpos de la Naturaleza componen la Divinidad, de la que son
moléculas y elementos constitutivos. Dios es el conjunto de todas las
inteligencias reunidas. Cada individuo, siendo una parte del todo, es Dios
mismo, ningún ser superior e independiente manda al conjunto. El Universo es
una inmensa república sin jefe o, más bien, en ella cada uno es jefe con un
poder absoluto.
8. A este sistema se
pueden oponer numerosas objeciones, de las cuales las principales son:
- No pudiéndose comprender la Divinidad sin perfecciones infinitas, uno se pregunta:
¿Cómo un
todo perfecto puede componerse de partes tan imperfectas y que tienen necesidad
de progresar?
- Estando cada parte sometida a la ley del progreso, resulta que el mismo Dios debe progresar.
- Si progresa sin cesar, debió ser en el principio muy imperfecto.
¿Cómo un ser imperfecto, compuesto de voluntades e ideas tan
divergentes, pudo concebir leyes tan armoniosas de tan admirable unidad,
sabiduría y previsión como las que rigen el Universo?
- Si todas las almas son porciones de la Divinidad, todas han contribuido a formar las leyes de la Naturaleza.
¿A qué se debe que estén murmurando sin cesar contra esas leyes que
ellas hicieron?
Una
teoría no puede ser aceptada como verdadera más que con la condición de
satisfacer la razón y dar cuenta de todos los hechos que abraza. Si solamente un
hecho viene a desmentirla, es porque no está en lo verdadero en absoluto.
El
Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo.
Allan Kardec.
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