6 de febrero de 2016

La Cólera



9. El orgullo os conduce a creeros más de lo que sois, a no poder sufrir una comparación que pueda rebajaros, a veros, por el contrario, de tal modo por encima de vuestros hermanos, sea como genio, sea como posición social, sea también como ventajas personales, que el menor paralelo os irrita y os resiente; ¿y qué sucede entonces? Que os entregáis a la cólera.

Buscad el origen de esos accesos de demencia pasajera que os asimilan al bruto, haciéndoos perder la sangre fría y la razón; buscad y encontraréis casi siempre por base el orgullo resentido. ¿Acaso no es el orgullo resentido por una contradicción el que os hace desechar las observaciones justas, el que os hace rechazar con cólera los más sabios consejos? Aun la impaciencia que causan las contrariedades, a menudo pueriles, son ocasionadas por la importancia que se da a la personalidad ante la cual se cree que todo debe doblarse.

En su frenesí, el hombre encolerizado la pega con todo, con la naturaleza bruta, con los objetos inanimados, que rompe porque no le obedecen. ¡Ah! si en esos momentos pudiera mirarse con sangre fría, se horrorizaría de sí mismo, se contemplaría muy ridículo! Con esto puede juzgar de la impresión que debe producir a los demás. Aun cuando no fuese más que por respeto a sí mismo, debería esforzarse en vencer una inclinación que le hace objeto de piedad.

Si pensase que la cólera no remedia nada, que altera su salud y aun compromete su vida, vería que es la primera víctima de ella; pero otra consideración debería sobre todo detenerle, y es la de pensar que hace desgraciados a todos los que le rodean; si tiene corazón, ¿no es un remordimiento para él hacer sufrir a los seres que más ama? ¡Y qué sentimiento tan mortal, si en un acceso de arrebato cometiese un acto que tuviera que reprocharse toda la vida!

En conclusión, la cólera no excluye ciertas cualidades del corazón; pero impide hacer mucho bien y puede contribuir a que se haga mucho ma!; esto debe bastar para excitar a que se hagan esfuerzos para dominarla. El espiritista, además, es inducido por otro motivo, cual es el de que es contraria a la caridad y la humildad cristianas.

(Un Espíritu protector. Bordeaux, 1863).

El Evangelio según el Espiritismo




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