9 de agosto de 2013

¡Señor!

¡Oh, Dios mío, cuánto debo seros agradecido! ¡Cómo son grandes vuestros designios! Fue, tal vez, necesario que yo pasase por una grande y prolongada aflicción, antes de recibir la luz del espiritismo. Si hubiese gozado de buena salud, me engolfaría en las distracciones del mundo y, distraído y preocupado con las cosas de la Tierra, no habría dado importancia a lo que hoy tanto estimo, tanto me ha servido y tanto me servirá en el futuro. ¡Gracias, Dios mío, Omnipotente Señor mío, Soberano mío! Hoy reconozco vuestra grandeza, vuestro amor, vuestra presciencia, y sé que vuestra providencia abraza a todos, pues siempre dais a todos y a todas las cosas lo mejor y lo más justo. Yo os amo y os honro, os adoro con toda mi alma, y mi reconocimiento es tan grande que no tiene límites. Veo vuestra grandeza en todo y en todo os admiro, os amo y os adoro. Y, sobre todo, donde la veo más sublime, es en la ley de humildad que establecisteis, para que nosotros, los hombres, podamos llegar a amarnos como verdaderos hermanos.
Cuando medito en el drama del Calvario, y veo sometido a tanto sufrimiento y tanto dolor al Ser mayor que vino a encarnarse en este mundo, exclamo:

Si Él, que era y es mucho más que todos los que habitamos la Tierra, no vino a ceñir una corona y empuñar un cetro, mas hacerse el más humilde, el servidor de todos, el que curó los dolores de la Humanidad, el que sufrió todas las impertinencias, todos los suplicios, y dio tan grande ejemplo de paciencia, humildad y perdón, es que el Padre, es que Vos, Señor, no admitís categorías, ni grandezas humanas, ni ostentación, mas apenas virtud, amor, pureza, sacrificio y caridad.

Así, concluyo: la ley vuestra exalta el abatido, consuela el afligido, y el más humilde es para Vos el mayor, si es virtuoso y bueno.

Busco, entonces, la ley proclamada por el Humilde de los humildes, por el Bueno entre los buenos, el Pacífico entre los pacíficos. Aquel que, por su elevada conducta, es el Rey de todos los corazones justos, el que dirige todas las consciencias puras, el que orienta a todos los que deseamos ir hasta Vos. Y por eso lo admiro en la ley proclamada, en los ejemplos dados, y me inspiro en las palabras que pronunció. Y así como Él dijo que debemos perdonar, perdono todas las ofensas; y como dijo que debemos de amamos, amo a todos mis hermanos, y como dijo que el que desease seguirle debía cargar su cruz, la llevo sin quejarme. Y su figura me parece tan grande, que después de Vos, mi Padre; es el amor mío, la esperanza mía, el consuelo mío. ¡Señor! Siguiéndole para Vos, encontraremos nuestra felicidad, nuestro gozo, nuestra vida eterna. Siguiéndole para Vos, sentiremos paz en nuestra alma, por que seremos pacíficos y humildes. Siguiéndole para Vos, tendremos nuestro espíritu lleno de esperanzas. Por eso, yo le sigo como el criado sigue a su Señor, como el pequeñín sigue a su madre. Y cuando me afligen los sufrimientos, le veo clavado en la cruz y sigo firme el camino del Calvario de mi vida, no olvidando el gran ejemplo que nos dio, llevando en mi corazón el agradecimiento y el respeto que le debemos, por tan grandes virtudes practicadas, para enseñamos el camino que conduce a la felicidad eterna.

Pido perdón, al lector, por haberme demorado en esas consideraciones previas, pero habría considerado una falta de gratitud y de respeto al Todopoderoso, si antes de entrar en el desarrollo del texto del Guía Práctico del Espírita no hubiese dado un testimonio de amor y de adoración al Padre, y de agradecimiento y sumisión al Señor y Maestro. 








“El Tesoro de los Espíritas”
Miguel Vives.



2 comentarios:

  1. Esta declaración de Amor y Fe te deja sin palabras....Sólo reconocer la enorme emoción que provoca leerla, y la admirable labor de este hermoso Espíritu como es Miguel Vives.

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  2. Le sencillez a la hora de escribir ayuda a transmitir ese sentimiento.

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