11. Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa
en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con Él,
y con sus discípulos.
- Y viendo esto los fariseos, decían a sus
discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?
- Y oyéndolo
Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (Mateo,
cap. IX, v. 10, 11 y 12).
12.
Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos son
los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe
porque quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no
faltarles nada.
Estas
palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo. Algunos
se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de hacer
mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser
atributo exclusivo de los más meritorios.
Digamos,
ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de la que
puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oir y hablar. De todas puede
abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese concedido
la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas, habría
más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para
usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa.
Si
el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más dignos,
¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la dignidad?
La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan llevar
la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del
pobre como a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el
bien, que entre los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los
enfermos que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del
pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los espíritus
buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe directamente son de
tal naturaleza que le impresionan con más viveza que si los recibiera por
caminos indirectos. Dios, en su bondad, para ahorrarle el trabajo de ir a
buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable si no
la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito,
visto, oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es
cuando es castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella
los malos espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las
aflicciones reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los
corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo.
La
mediumnidad no implica necesariamente relaciones habitales con los espíritus superiores,
sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento
más o menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el
que comunica fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo
está asistido por ellos. Unicamente en este sentido es poderosa la excelencia
de las cualidades morales sobre la mediumnidad.
Extraído
de “El Evangelio según el Espiritsmo”
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