En todas las
reuniones del grupo en el que participa Alejandro con atribuciones de
orientador, son varios los servicios que se
desarrollan bajo la responsabilidad de los compañeros desencarnados. No siempre
me fue posible estudiarlos por separado;
pero respecto a algunos de ellos, no me contuve ante el fuerte deseo de recibir
aclaraciones del respetable instructor. Uno de esos servicios era el de pases
magnéticos suministrados a los frecuentadores de la casa.
El trabajo
era atendido por seis entidades, cubiertas con túnicas muy blancas, como
enfermeros vigilantes. Casi no hablaban y operaban con intensidad. Todas las
personas, que acudían al recinto, recibían de ellos el toque saludable y
después de haber atendido a los encarnados, suministraban socorro eficiente a
las entidades infelices de nuestro plano, principalmente, a las que componían
el séquito familiar de nuestros amigos de la Tierra.
Al
preguntarle a Alejandro sobre aquella sesión de actividad espiritual, indicando
a los compañeros en silencioso esfuerzo, el mentor, con la bondad de
siempre, aclaró:
–Aquellos
amigos nuestros, son técnicos en auxilio magnético que comparecen aquí para dar
pases de socorro. Se trata de un departamento delicado de nuestras tareas, que
exige mucho criterio y responsabilidad.
–Esos
trabajadores –interrogué– ¿deben ser acreedores de requisitos especiales?
–Sí –explicó
el mentor amigo–, en la ejecución de la tarea que les está encomendada, no
basta la buena voluntad, como sucede en otros sectores de nuestra actuación.
Necesitan poseer determinadas cualidades de orden superior y ciertos
conocimientos especializados. El servidor del bien, incluso desencarnado, no
puede ser eficiente en semejante servicio, si todavía no consiguió mantener un
patrón superior de continua elevación mental, por ser esto una condición
indispensable para la exteriorización de las facultades radiantes. El misionero
del auxilio magnético, tanto en la Tierra como en
nuestra esfera, necesita tener gran dominio de sí mismo, espontáneo equilibrio
de sentimientos, acentuado amor a los semejantes, alta comprensión de la vida,
fe vigorosa y profunda confianza en el Poder Divino. Me corresponde
agregar que, semejantes requisitos, en nuestro plano, constituyen exigencias de
las que no se puede huir, mientras que en la esfera carnal, la buena voluntad
sincera puede, en muchos casos, suplir esa o aquella deficiencia, lo que se
justifica, en virtud de la asistencia prestada por los benefactores de nuestros
círculos de acción al servidor humano aún incompleto en el terreno de las
cualidades deseables.
Oyendo las
consideraciones del orientador, me acordé de que, en efecto, en las reuniones
habituales del grupo, se veían de vez en cuando a los médiums pasistas en
servicio, acompañados de cerca por las referidas entidades. Entonces, me valí
de la ocasión para intensificar mi aprendizaje.
–Los amigos
encarnados –pregunté–, de modo general, ¿podrían colaborar en semejantes
actividades de auxilio magnético?
–Todos, con
mayor o menor intensidad, podrán prestar concurso fraterno, en ese sentido
–respondió el orientador–, pues una vez revelada la disposición fiel de
cooperar sirviendo al prójimo, por ese o aquel trabajador, las autoridades de
nuestro plano designan a entidades sabias y benevolentes, que orientan indirectamente
al neófito, utilizando su buena voluntad y enriqueciendo su propio valor. Sin
embargo, son muy raros los compañeros que demuestran la vocación de servir de
manera natural. Muchos, a pesar de ser bondadosos y sinceros en sus
convicciones, esperan la mediumnidad curadora, como si se tratara de un
acontecimiento milagroso en sus vidas y no un servicio del bien que pide del
candidato el esfuerzo laborioso del comienzo.
Claro que,
refiriéndonos a los hermanos encarnados, no podemos exigir la cooperación de
nadie en el ámbito de nuestros trabajos normales; pero, si alguno de ellos
viene a nuestro encuentro, solicitando su admisión en las tareas de auxilio,
lógicamente recibirá nuestra mejor orientación en el campo de la
espiritualidad.
–Aunque el
operario humano revele valores muy reducidos, ¿puede ser utilizado? –interrogué
con curiosidad.
–Perfectamente
–adujo Alejandro, atento–. Desde que su interés en las adquisiciones sagradas
del bien se mantenga por encima de cualquier preocupación transitoria, él debe
esperar incesante progreso de las facultades radiantes, no sólo por su propio
esfuerzo, sino también por el concurso de lo Más Alto, del que se hace
acreedor.
"Misioneros
de la Luz"
Andre Luiz /
Francisco C. Xavier.
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