¡Calumnia abominable!... el luto y el espanto
difundes por doquiera: ¡Fatal es tu misión! Los ojos más serenos anublas con el
llanto y arrancas despiadada, la paz del corazón.
En todas partes dejas tristísima memoria;
unida estás al hombre con invisible imán. Profanas con tu aliento el libro de
la historia y crédito los siglos a tus sofismas dan.
A veces
el acaso te arroja de tu trono y pierdes en un soplo tu fuerza y tu poder; mas
tornas a la lucha con implacable encono y a la verdad humillas volviéndola a
vencer.
La condición humana acepta a la impostura y
la verdad rechaza cual sombra que da horror, y si al mortal no halaga la ajena
desventura escucha indiferente la queja del dolor.
Es triste confesarlo; mas con desdén profundo
contempla la desgracia la turba mundanal. ¡Ah!... Pobre del que llora, que le
desdeña el mundo porque sus ayes turban su impura bacanal.
Amaos unos a otros, nos
dice la escritura, y odiarnos mutuamente, nos pareció mejor, la envidia
y la calumnia que son, de igual hechura, buscáronse y se unieron con fraternal
amor.
¡Que
mundo tan pequeño es este que habitamos! sin duda por sarcasmo se llama a esto
vivir, cobardes y mezquinos en todo nos mostramos:
la
educación tan sólo nos llega a corregir.
Mas queda la semilla del mal en nuestro pecho y siempre fructifica
con tal fecundidad, que el más leve accidente presenta claro hecho que el
hombre lleva el germen en sí de la impiedad.
¿En esos otros mundos será mejor el hombre? -Sin duda debe serlo
sí está cerca de Dios. ¿Tendrá distinta forma...? ¿Tendrá distinto nombre?, ¿irá
como en la tierra de su codicia en pos?
Nos no; debe ser grande y
hallarse revestido de un algo poderoso que irradie clara luz:
debe ostentar su frente el sello bendecido que a la virtud legara,
el que expiró en la cruz.
!Oh¡ cuánto anhela mi alma llegar a esas regiones!
aquí me falta espacio, aquí me falta fe: miro luchar tan solo
mezquinas ambiciones y no encuentro los seres que en mi ilusión soñé.
¡Oh¡ Ser Omnipotente; que acabe mi destierro.
¡Qué lenta es mi agonía...! Termine mi sufrir: aquí mi frente
oprime un círculo de hierro... permíteme que muera para después, vivir.
Vivir entre otros seres, sin que calumnia impía
arroje en el mi camino su rayo destructor; en donde siempre brille
el luminar del día en donde encuentre el alma inextinguible amor.
Ese amor noble y grande, inmaterial, profundo,
amor que desconoce la pobre
humanidad; ¡oh! tú Dios bondadoso: arráncame de un mundo, donde hay hombres que
niegan la luz de tu verdad.
- Ramos de Violetas -
- Amalia Domingo Soler -
Maravillosa, como siempre. Hasta la descripción de sentimientos tan ruines, Amalia lo hace de forma hermosa. De tal manera que cualquiera que pudiera llegar a albergarlos en su corazón, se sentiría tan mal, que no podría por menos que corregirse de inmediato.
ResponderEliminarUna forma de escribir muy sencilla
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