14 de enero de 2014

El Espírita ante la Doctrina



Hay espíritas que se dejan llevar por los falsos profetas, encarnados y desencarnados, que llenan nuestro mundo de novedades absurdas, perturbando el movimiento doctrinario e impidiendo la buena divulgación de la luz. Acreditan esos espíritas que Allan Kardec está superado, y por tanto que la obra de Kardec no tiene nada más que enseñarnos. jAh, cómo se engañan esos pobres hermanos, llevados por ilusiones momentáneas! ¿Entonces Jesús, nuestro Maestro y señor, no sabía lo que nos prometía, cuando anunciaba la venida del Consolador, para quedar eternamente con nosotros? ¿Jesús nos envió toda una admirable Falange de Espíritus de la Verdad para hacer revelaciones tan insignificantes, que no resistirían a más de un siglo?
Pues hace poco más de un siglo que el Espiritismo apareció en el mundo, para consolar y orientar a los hombres, con vistas al Mundo Regenerador al que nos dirigimos, en el proceso de evolución de la Tierra. ¿Y en ese breve espacio de ciento y poco de años, toda la Revelación Espírita envejeció? ¿Si la verdad es eterna y, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, continúa brillando de la misma manera que hace millares de años, no tenemos, entonces la verdad en el Espiritismo? Piensen en eso los hermanos que se dejan llevar por las novedades del momento. Y tengan cuidado, pues la responsabilidad espiritual es nuestra mayor responsabilidad en la existencia terrenal. ¡Ay de aquellos que, por vanidad, pretensión, deseo de sobresalir de los demás, contribuyan para la confusión y la desorientación de sus hermanos espíritas!
Hay espiritas que dicen: las obras de Kardec no traen novedades, hay otros libros que nos hablan de cosas más interesantes, contándonos sucesos desconocidos, dándonos enseñanzas nuevas. ¡Ah, pobres hermanos que no toman conocimiento de la promesa del Señor, que menosprecian su dádiva! ¿Entonces el Señor y Maestro nos promete el Consolador y nos lo envía, para ahora nosotros dejarlo de lado y correr como locos atrás de los falsos profetas, de los falsos Cristos, de los falsos Kardecs, que proliferan en la vanidad humana? ¿Somos, por acaso, más elevados en discernimiento que el propio Maestro y Señor?
No, hermanos, no tenemos el derecho de pensar así. El Espiritismo es la Mayor Verdad que podemos conocer, en esta fase evolutiva de la Tierra. Su aparecimiento fue preparado por el Alto. Antes de encarnarse Kardec, para cumplir su misión, numerosos hechos espiritas ya ocurrieran en el mundo; predisponiéndonos a la comprensión del trabajo del Codificador. Él mismo, el Codificador, vivió cincuenta años preparándose, adquiriendo cultura y experiencia, conquistando toda la ciencia de su tiempo, madurando en el seno de la Humanidad, para integrarse plenamente en ella, y solamente a los cincuenta años de edad recibir del Alto la incumbencia de investigar los fenómenos y organizar la Doctrina. Emmanuel nos dice, en A Camino de la Luz, que Kardec era uno de los más lúcidos discípulos de Jesús, enviado a la Tierra para cumplir la promesa del Consolador. ¿Y queremos, por acaso, ser más que él y que el Espíritu de la Verdad, que le asistía y guiaba?
Algunos hermanos alegan lo siguiente:
“El Espiritismo es demasiado simple, es el ABC de la Espiritualidad; tenemos mayores instrucciones en la Teosofía o en los Rosa-Cruces”.
Debían pensar antes que necesitamos justamente del ABC, pues somos todavía analfabetos espirituales. El Espiritismo no tiene la pretensión de saberlo todo y todo enseñar. Porque las doctrinas que todo enseñan, en la verdad nada saben. Vean lo que los Espíritus respondieran a Kardec, en el primer capítulo de El Libro de los Espíritus, a respecto de nuestro conocimiento de Dios:
“Dios existe, y no podéis dudar de ello. Esto es lo esencial. Creedme, no vayáis más allá. No os extraviéis en un laberinto del que no podríais salir. Esto no os haría mejores, sino quizá un tanto más orgullosos, debido a que creeríais saber y en rigor de verdad nada sabríais. Así pues, dejad a un lado todos esos sistemas. Bastantes cosas tenéis que os tocan más directamente, empezando por vosotros mismos. Estudiad vuestras propias imperfecciones a fin de desembarazaros de ellas; esto os resultará más útil que querer penetrar lo impenetrable”
“El Tesoro de los Espíritas”
Miguel Vives



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