Hay espíritas que se dejan llevar por los falsos profetas, encarnados y
desencarnados, que llenan nuestro mundo de novedades absurdas, perturbando el
movimiento doctrinario e impidiendo la buena divulgación de la luz. Acreditan
esos espíritas que Allan Kardec está superado, y por tanto que la obra de
Kardec no tiene nada más que enseñarnos. jAh, cómo se engañan esos pobres
hermanos, llevados por ilusiones momentáneas! ¿Entonces Jesús, nuestro Maestro
y señor, no sabía lo que nos prometía, cuando anunciaba la venida del
Consolador, para quedar eternamente con nosotros? ¿Jesús nos envió toda una
admirable Falange de Espíritus de la Verdad para hacer revelaciones tan
insignificantes, que no resistirían a más de un siglo?
Pues hace poco más de un siglo que el Espiritismo apareció en el mundo,
para consolar y orientar a los hombres, con vistas al Mundo Regenerador al que
nos dirigimos, en el proceso de evolución de la Tierra. ¿Y en ese breve espacio
de ciento y poco de años, toda la Revelación Espírita envejeció? ¿Si la verdad
es eterna y, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, continúa brillando
de la misma manera que hace millares de años, no tenemos, entonces la verdad en
el Espiritismo? Piensen en eso los hermanos que se dejan llevar por las
novedades del momento. Y tengan cuidado, pues la responsabilidad espiritual es
nuestra mayor responsabilidad en la existencia terrenal. ¡Ay de aquellos que,
por vanidad, pretensión, deseo de sobresalir de los demás, contribuyan para la
confusión y la desorientación de sus hermanos espíritas!
Hay espiritas que dicen: las obras de Kardec no traen novedades, hay
otros libros que nos hablan de cosas más interesantes, contándonos sucesos
desconocidos, dándonos enseñanzas nuevas. ¡Ah, pobres hermanos que no toman
conocimiento de la promesa del Señor, que menosprecian su dádiva! ¿Entonces el
Señor y Maestro nos promete el Consolador y nos
lo envía, para ahora nosotros dejarlo de lado y correr como locos atrás de los
falsos profetas, de los falsos Cristos, de los falsos Kardecs, que proliferan
en la vanidad humana? ¿Somos, por acaso, más elevados en discernimiento que el
propio Maestro y Señor?
No, hermanos, no tenemos el derecho de pensar
así. El Espiritismo es la Mayor Verdad que podemos conocer, en esta fase
evolutiva de la Tierra. Su aparecimiento fue preparado por el Alto. Antes de
encarnarse Kardec, para cumplir su misión, numerosos hechos espiritas ya
ocurrieran en el mundo; predisponiéndonos a la comprensión del trabajo del
Codificador. Él mismo, el Codificador, vivió cincuenta años preparándose,
adquiriendo cultura y experiencia, conquistando toda la ciencia de su tiempo,
madurando en el seno de la Humanidad, para integrarse plenamente en ella, y
solamente a los cincuenta años de edad recibir del Alto la incumbencia de
investigar los fenómenos y organizar la Doctrina. Emmanuel nos dice, en A
Camino de la Luz, que Kardec era uno de los más lúcidos discípulos de
Jesús, enviado a la Tierra para cumplir la promesa del Consolador. ¿Y queremos,
por acaso, ser más que él y que el Espíritu de la Verdad, que le asistía y
guiaba?
Algunos hermanos alegan lo siguiente:
“El Espiritismo es demasiado simple, es
el ABC de la Espiritualidad; tenemos mayores instrucciones en la Teosofía o en
los Rosa-Cruces”.
Debían pensar antes que necesitamos
justamente del ABC, pues somos todavía analfabetos espirituales. El Espiritismo
no tiene la pretensión de saberlo todo y todo enseñar. Porque las doctrinas que
todo enseñan, en la verdad nada saben. Vean lo que los Espíritus respondieran a
Kardec, en el primer capítulo de El Libro de los Espíritus, a respecto
de nuestro conocimiento de Dios:
“Dios existe, y no podéis dudar de ello.
Esto es lo esencial. Creedme, no vayáis más allá. No os extraviéis en un
laberinto del que no podríais salir. Esto no os haría mejores, sino quizá un
tanto más orgullosos, debido a que creeríais saber y en rigor de verdad nada
sabríais. Así pues, dejad a un lado todos esos sistemas. Bastantes cosas tenéis
que os tocan más directamente, empezando por vosotros mismos. Estudiad vuestras
propias imperfecciones a fin de desembarazaros de ellas; esto os resultará más
útil que querer penetrar lo impenetrable”
“El Tesoro de los Espíritas”
Miguel Vives
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