9. Desde el
punto de vista moral, las consecuencias del panteísmo también carecen de
lógica. En primer lugar, al igual que en el sistema precedente, las almas son
absorbidas en un todo y pierden la individualidad. Si se admitiera, de acuerdo
con la opinión de algunos panteístas, que las almas conservan su
individualidad, Dios dejaría de tener una voluntad única, y sería un compuesto de
miríadas (cantidad muy grande, pero indefinida) de voluntades divergentes. Además, como
cada alma sería parte integrante de la Divinidad, ninguna estaría sujeta a un poder
superior y, por consiguiente, no tendría responsabilidad por sus actos, fueran
buenos o malos. Dado que serían soberanas, las almas no tendrían interés alguno
en la práctica del bien, y podrían hacer el mal impunemente.
Somos Espíritas. El objetivo de este blog es la Divulgación Espírita (Ciencia, Filosofía y Moral). Se publica en el perfil de facebook, Soy Espirita, desde Madrid, España. Solo tengo un compromiso: La Doctrina Espírta. Es la única consigna que sigo. Somos muchos los que estamos en el Camino del Espiritismo, unos lo sabemos y otros lo son, sin saberlo.
29 de agosto de 2014
26 de agosto de 2014
El Porvenir y la Nada (II)
4. En
tal situación, el Espiritismo viene a oponer un dique a la invasión de la
incredulidad, no sólo con el raciocinio, no sólo con la perspectiva de los
peligros que trae consigo, sino más bien con hechos materiales, haciendo
palpables al tacto y a la vista el alma y la vida futura.
Cada uno
es libre, sin duda alguna, en su creencia, de creer algo o de no creer nada.
Pero aquellos que quieren hacer prevalecer en la mente de las masas, de la
juventud sobre todo, la negación del porvenir apoyándose en la autoridad de su
saber y del ascendiente de su posición, siembran en la sociedad gérmenes de
turbación y de disolución, y contraen una grave responsabilidad.
25 de agosto de 2014
Espiritismo y Ciencia
Cada paso que
damos, nos recuerda lo poco que aún sabemos. Nuestras conquistas científicas
solamente son nociones provisionales, superiores a la ciencia del siglo pasado,
pero superada por los descubrimientos de nuestro próximo futuro.
El tiempo
presente sólo es una etapa en el gran viaje emprendido hacia nuestro futuro, un
punto en la historia de las generaciones.
El Espiritismo,
como toda gran idea y descubrimiento, ha tenido que pasar la prueba de la
humillación, de la calumnia, de la incomprensión y de la persecución.
Los fenómenos
espiritistas, considerados en un principio como puro charlatanismo, ya han
entrado en el dominio de la observación seria y rigurosa. Hoy ya hay personajes
eminentes que estudian e investigan estos fenómenos, y hacen constar la gran
importancia y realidad de ellos. En Europa y en América, hay sociedades de
estudios psicológicos que trabajan y hacen serias investigaciones, convencidos
ya de estos hechos. Todo esto, naturalmente, está dirigido a los incrédulos, a
los que aún no aceptan la vida espiritual, a los que no quieren entender la estrecha
relación que existe entre el mundo visible y el invisible.
Para los
espiritistas, estos sucesos ya están más que demostrados desde hace ciento
cincuenta años; pero aún tenemos que contemplar cómo un sector importante de
este planeta, desengañado de las religiones, se debate en el lodazal del
ateísmo y la incredulidad. En estas mentes desconfiadas, es muy difícil introducir
una doctrina nueva, aun siendo ésta una idea buena.
Ante esto no podemos cerrar los ojos y cruzar los
brazos. Debemos
reaccionar ante las dudas, con máximo cuidado y sin asumir ningún compromiso
previo. Debemos antes, investigar y bucear en busca de la verdad, que hasta
ahora no hemos podido encontrar en ninguna religión. Así lo hice yo: busqué e
indagué hasta que encontré la verdad que me convenció con lógica, como un libro
abierto. Al fin hallé la verdad que buscaba, esto cambió totalmente mi vida,
porque vivir en la duda, sin una creencia, sin saber de dónde venimos y adonde
tenemos que ir, es una muerte lenta. Este conocimiento fue como una luz que
ilustró mi mente, despertando en mí el deseo de compartir con mis semejantes,
la felicidad y el bienestar tan inmenso que sentía. En ello empleé todo mi
esfuerzo y recursos posibles, y hoy en los últimos días de mi actual
existencia, me siento útil y realizado, por lo que doy gracias a Dios por todo
cuanto me ha dado.
El advenimiento
del Espiritismo, ha sido uno de los más grandes acontecimientos de nuestra
historia. Hace dos mil años, cuando el paganismo agonizaba en el seno de una
sociedad corrompida, la voz del cristianismo se extendía hacia los más humildes
y desgraciados, dirigida por el Rabí de Galilea. La palabra amorosa de Jesús
nos trajo una moral y una fe nueva, una revelación y unos principios ignorados
por las multitudes, como son la caridad y la fraternidad. De la misma manera
hoy, frente a unas religiones petrificadas en su pasado, incapaces e impotentes
para iluminar el Espíritu del hombre, surge el Espiritismo con una filosofía
racional, abierta a toda comprobación, sea científica o no. Es una doctrina
traslúcida, no tiene anclajes en el pasado, sigue los avances de la ciencia y
está siempre por delante de todo progreso humano. Tiene todos los componentes
necesarios para conseguir una transformación social, eliminando y regenerando los
elementos de descomposición, que hoy afligen y contaminan al mundo.
Los fenómenos
espiritistas, siendo tan importantes por sus resultados científicos y
consecuencias morales, no han sido acogidos con el interés merecido. Tras
tantos siglos de fanatismo religioso, las mentes aún influenciadas han caído
rendidas inconscientemente en los brazos del materialismo, sufriendo mucho
daño. No es tarea fácil reparar los efectos causados, pero el mundo espiritual,
se movilizó y en este último siglo, mandó reencarnar a un numeroso grupo de
espíritus abnegados y luchadores, que hasta hoy están cumpliendo con su deber, restableciendo
la verdad y abriendo nuevos caminos de luz, dando como ejemplo su vida, una
existencia de sacrificio y fidelidad al Maestro Jesús.
Elucidaciones
Espíritas.
José Aniorte.
23 de agosto de 2014
El Cuerpo de los Angeles
Los ángeles no necesitan
asumir cuerpo para su propio bien, sino para el nuestro. Al convivir
familiarmente con los hombres y conversando con ellos forman una comunidad de
comprensión que es la que los hombres esperan formar con ellos en la vida
futura. El hecho de que en el Antiguo Testamento los ángeles hayan tomado
cuerpo, fue como una figura anticipada de que la Palabra de Dios iba a tomar
cuerpo humano. Pues todas las apariciones del Antiguo Testamento están
orientadas a aquella otra aparición por la que el Hijo de Dios apareció
carnalmente.
El cuerpo asumido se une al
ángel no como a su forma ni como a su motor solamente, sino como a un motor
representado por el cuerpo móvil asumido. Pues, así como en la Sagrada
Escritura son descritas las propiedades de los seres intelectuales con formas o
representaciones sensibles, así también, y por virtud divina, los ángeles toman
cuerpos sensibles aptos para representar las propiedades inteligibles del
ángel. Esto es lo que significa que el ángel asuma cuerpo.
Aún cuando el aire, en su
vaporicidad, no tiene figura ni color, sin embargo, al condensarse, puede ser
moldeado y coloreado, como resulta claro con las nubes. Así es como los ángeles
asumen cuerpos formados a partir del aíre, condensándolos con la misma virtud divina
tanto cuanto sea necesario para formar el cuerpo que van a asumir.
Suma Teológica (I)
Tomás de Aquino.
El Porvenir y la Nada (I)
1.
Vivimos, pensamos, obramos, he aquí lo positivo: moriremos, esto no es menos
cierto. Pero dejando la Tierra, ¿a dónde vamos?
¿Qué es de nosotros?
¿Estaremos
mejor o peor?
¿Seremos o no seremos?
Ser o no ser: tal es la alternativa, es para siempre o para nunca jamás, es
todo o nada, viviremos eternamente o todo se habrá concluido para siempre. Bien
merece la pena pensar en ello.
Todo
hombre siente el deseo de vivir, de gozar, de querer, de ser feliz. Decid a uno
que sepa que va a morir que vivirá todavía, que su hora no ha llegado, decidle
sobre todo que será más feliz de lo que ha sido, y su corazón palpitará de
alegría. ¿Pero por qué estas aspiraciones de dicha, si un soplo puede
desvanecerlas?
¿Acaso
existe algo más aflictivo que el pensamiento de la absoluta destrucción? Puros afectos,
inteligencia, progreso, saber laboriosamente adquirido, todo esto sería
perdido, aniquilado. ¿Qué necesidad habría de esforzarse en ser mejor,
reprimirse para refrenar sus pasiones, fatigarse en adornar su inteligencia, si
no debe uno recoger de todo fruto alguno, sobre todo con el pensamiento de que
mañana quizá no nos sirva ya para nada? Si así sucediese, el destino del hombre
sería cien veces peor que el del bruto, porque el bruto vive enteramente para
el presente, para satisfacción de sus apetitos materiales, sin aspiración al
porvenir. Una intuición íntima afirma que esto no es posible.
2. Con
la creencia en la nada, el hombre concentra forzosamente todos sus pensamientos
sobre la vida presente, y no es posible, en efecto, preocuparse lógicamente de
un porvenir en el cual no se cree. Esa preocupación exclusiva del presente que
conduce naturalmente a pensar en sí mismo ante todo es, pues, el más poderoso
estimulante del egoísmo, y el incrédulo es consecuente consigo mismo cuando
deduce esta conclusión: “Gocemos mientras estamos aquí, gocemos lo más posible,
puesto que con nosotros todo concluye. Gocemos aprisa, porque ignoramos cuánto
durará esto.” Y este otro argumento, mucho más grave para la sociedad: “Gocemos
a pesar de todo, cada uno para sí. La dicha aquí es del más listo.”
Si el
respeto humano detiene a algunos, ¿qué freno tendrán aquellos que nada temen?
Dicen que la justicia humana sólo alcanza a los torpes, por esto discurren
cuanto pueden para eludirla. Si hay una doctrina malsana y antisocial, seguramente es la del nihilismo, porque rompe los verdaderos lazos de la solidaridad y de la
fraternidad, fundamentos de las relaciones sociales.
Belchite (Zaragoza) |
3.
Supongamos que, por una circunstancia cualquiera, todo un pueblo adquiere la
certeza de que dentro de ocho días, de un mes, de un año si se quiere, habrá
desaparecido, que ni un solo individuo sobrevivirá, y que no quedará ni huella
del mismo después de la muerte.
¿Qué hará durante este tiempo?
¿Trabajará para
su mejoramiento e instrucción?
¿Se sujetará al trabajo para vivir?
¿Respetará
los derechos, lo intereses y la vida de sus semejantes?
¿Se someterá a las
leyes, a una autoridad, cualquiera que sea, incluso la más legítima: la
autoridad paternal?
¿Se obligará a algún deber?
Seguramente que no. Pues bien,
lo que no sucede en masa, la doctrina del nihilismo lo realiza cada día
aisladamente.
Si las
consecuencias no son tan desastrosas como lo pudieran ser, es primeramente
porque la mayor parte de los incrédulos tienen más fanfarronería que verdadera
incredulidad, más duda que convicción, porque tienen miedo del que manifiesta
al anonadamiento. El título de espíritu fuerte, lisonjea su amor propio. Además, los incrédulos absolutos están
en ínfima minoría, sufren, a pesar suyo, el ascendiente de la opinión
contraria, y son contenidos por una fuerza material. Pero si la incredulidad
absoluta fuese un día la opinión de la mayoría, la sociedad quedaría disuelta.
A esto tiende la propaganda de la idea del nihilismo.
Un joven de dieciocho años padecía de una enfermedad de corazón
declarada incurable. La ciencia había dicho: puede morir tanto dentro de ocho
días, como dentro de dos años, pero no pasará de ahí. Lo supo el joven, y al momento
abandonó los estudios y se entregó a todos los excesos. Cuando se le decía lo
peligroso que era en su situación esa vida desordenada, contestaba:
“¡Qué me importa,
puesto que sólo he de vivir dos años!
¿A qué cansar mi imaginación?
Yo disfruto
de lo que me resta y quiero divertirme hasta el fin.”
He aquí la consecuencia lógica del nihilismo.
Si este joven
hubiese sido espiritista, habría sostenido:
“La muerte sólo destruirá mi
cuerpo, que dejaré como un vestido viejo, pero mi espíritu vivirá siempre. Yo
seré en la vida futura lo que habré procurado ser en ésta. Nada de cuanto pueda
adquirir en cualidades morales e intelectuales será perdido, y redundará en
provecho de mi adelanto. Todos los defectos de que me despoje son un paso más
hacia la felicidad. Mi dicha o mi desgracia venideras dependen de la utilidad o
inutilidad de mi existencia presente. Me interesa mucho aprovechar el poco
tiempo que me queda, y evitar cuanto pueda debilitar mis fuerzas.”
De estas dos doctrinas, ¿cuál es la preferible?
Cualesquiera
que sean las consecuencias, si el nihilismo fuese una verdad habría que aceptarlo.
Y no serían ni sistemas contrarios, ni el temor del mal que resultaría, los que
podrían impedir que lo fuese. No hay, pues, que hacerse ilusiones. El
escepticismo, la duda, la indiferencia, aumentan cada día, a pesar de los
esfuerzos de la religión. Si la religión es impotente contra la incredulidad es
porque le falta algo para combatirla, de manera que si permaneciese inactiva en
un tiempo dado, sería infaliblemente vencida. Lo que le falta en este siglo de
positivismo, en el que se quiere comprender antes que creer, es la sanción de
esas doctrinas por hechos positivos, así como la concordancia de ciertas
doctrinas con los datos positivos de la ciencia. Si ésta dice blanco y los hechos
dicen negro, hay que optar entre la evidencia o la fe ciega.
El Cielo y el Infierno o la
Justicia Divina según el Espiritismo.
Allan Kardec.
17 de agosto de 2014
Un Recuerdo al Hermano Ausente José Palet
El Espiritismo ha perdido uno de sus mejores adeptos en la tierra, y la
prensa espiritista uno de sus más entendidos obreros, y “La Revelación”, la
humilde revista Alicantinas uno de sus más
queridos colaboradores.
Cúmplenos como buenos cristianos acatar y bendecir la voluntad de Dios,
pero queda en nuestra mente un recuerdo melancólico y un sentimiento de
dolorosa envidia.
Almas de tan buen temple como la de Palet, son espíritus proscritos que la
tierra les ha servido de penitenciaria.
¡Emigrado, vuelve a tu patria!.
¡Prisionero, recobra tu libertad!.
¡Viajero universal! sigue tu eterno viaje, y no te olvides en las capitales
del infinito de la pobre aldea donde te detuviste algunos años, para enseñarnos
los mandamientos de la ley de Dios. Adiós, querido maestro.
Adiós, hermano Palet, hasta luego.
Antes de morir decías
con íntima convicción:
“Terminaré mi expiación
dentro de muy breves días”.
Sin duda alguna, veías
la imagen de la verdad;
y de la inmortalidad
quizá escuchaste el acento;
porque es el presentimiento
la voz de
la eternidad.
Ramos de Violetas
II
Amalia Domingo
Soler.
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