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28 de agosto de 2013

La Obra de Allan Kardec



El espiritismo, que en su más lata acepción abraza el estudio del mundo espiritual, del mundo material y de las relaciones de ambos mundos, es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. 


El primer compilador de esta doctrina, el venerable maestro Allan Kardec, a cuya iniciativa e ímprobos trabajos se debe el conjunto de enseñanza que sacó a aquélla del empirismo para elevarla a la categoría de ciencia, Allan Kardec, decimos, dejó sentadas las bases sobre las cuales había de desarrollarse el Espiritismo, y nos trazó el camino por donde debían dirigirse el estudio y la propaganda. Con un sentido práctico, al que ningún filósofo ha llegado, y con una previsión que se diría excede del alcance humano, marcó proféticamente las fases por donde había de pasar el Espiritismo, señaló con certero tino los escollos que era preciso evitar, y tuvo la singular prudencia de no penetrar en el campo que debía reservar a los continuadores de su obra. A Kardec no se lo conoce estudiando sólo sus obras fundamentales; es preciso seguirle paso a paso en los diez tomos de su Revista (campo neutral, como él decía, donde todo lo aquilataba) para apreciar en su verdadero valor la obra de aquel gigante, a cuya grandeza harán justicia las generaciones venideras. Verdad es que dio más alimento del que podían digerir sus contemporáneos, pero no otra cosa debía suceder tratándose de un orden de fenómenos que, si bien son tan antiguos como el hombre, estaba reservado a nuestra época darles una base experimental; verdad es también que dejó puntos embrionarios para que en tiempo y lugar oportunos adquiriesen el conveniente desarrollo; mas esto es, sin duda alguna, lo que hace imperecedera la obra del maestro, que nos legó bases y principios fijos, inmutables como lo son las leyes de la naturaleza, dejando, sin embargo, a los discípulos anchísimo campo para nuevas investigaciones que, lejos de destruir nada de lo edificado, completarán el monumento del Espiritismo. 


Diez años han transcurrido desde la desencarnación de Allan Kardec (esto se escribía en el año 1878); en ese tiempo, por el camino que él trazara, y según había previsto, la doctrina se ha propagado tanto como no hay otro ejemplar en la historia; la raza latina y los pueblos impresionables, cuya imaginación se hubiese extraviado comenzando a conocer el Espiritismo por los fenómenos, han fundado su propaganda hasta ahora en la parte doctrinal, contando sólo con médiums escribientes que expusieron, desarrollaron y aun ampliaron la teoría, disponiéndose a entrar en la parte esencialmente experimental con un conocimiento previo, sin el cual se torcerían en el camino; la raza anglo sajona y los pueblos reflexivos ingresaron en el Espiritismo, amparados siempre del fenómeno, y los médiums de efectos físicos que tuvieron a millares han sido allí el gran elemento de propaganda, permaneciendo hasta nuestros días refractarios a la idea reencarnacionista y por ende a la doctrina compilada por Allan Kardec; pero las obras de éste, recientemente traducidas al inglés, al alemán y al holandés, han penetrado en esos países, siendo acogidas con calor y defendidas por la misma prensa espiritista que antes se manifestaba más hostil. Nótese, por último, otro significativo movimiento. La venida a Europa del médium norteamericano Dr. Slade, que después del ruidosísimo proceso de Londres y de su estancia en Inglaterra, acogido por la Sociedad Central Espiritista Inglesa, ha visitado las primeras naciones del continente, dejando entre nosotros el germen de la propaganda por el camino fenomenal; la venida de aquel médium, que ha despertado en el mundo científico el estudio del Espiritismo experimental, coincide con la aparición en los pueblos europeos de otros médiums de efectos físicos, que llegan, como obra providencial, en tiempo oportuno para acelerar el triunfo de nuestra doctrina, presentando el comprobante de la consoladora creencia con la fuerza brutal del hecho, ante el cual calla el más recalcitrante materialismo. 


Véase ahí patentemente el cumplimiento de lo predicho por Allan Kardec, y véase cómo se encadenan las cosas en el plan de la Providencia. En el momento en que los pueblos refractarios a la parte especulativa acogen la doctrina filosófica del maestro, comienza a desarrollarse la parte fenomenal en los pueblos refractarios antes a ese aspecto del Espiritismo. 


Los médiums Eglinton, Monck, Williams, Firman, Isabel, Amelia, Bredif y otros en Europa y en la América latina, ofreciendo hoy al estudio portentosos fenómenos, al mismo tiempo que la idea reencarnacionista entra en los pueblos anglo sajones; esos hechos simultáneos señalan el tercer acontecimiento en la historia del Espiritismo moderno. El primero fue su divulgación en América, hace treinta años; y el segundo la aparición de las obras de Allan Kardec.




“La Médium de las Flores”

Vizconde Torres-Solanot