230. La instrucción siguiente se nos ha dado con este objeto por un
Espíritu del que ya hemos dado algunas comunicaciones.
Ya lo hemos dicho: los médiums, en su calidad de médiums, sólo
tienen una influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus; sus
funciones son las de una máquina eléctrica que transmite los despachos
telegráficos de un punto distante a otro de la Tierra. De este modo, cuando
nosotros queremos dictar una comunicación, obramos sobre el médium como el
empleado del telégrafo sobre su aparato; es decir, de la misma manera que el tac-tac telégrafo
designa a distancia de millares de leguas sobre una tira de papel los signos
reproductores del despacho, de la misma manera nosotros también comunicamos a
través de distancias inconmensurables, que separan el mundo visible del mundo
invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, lo que nosotros queremos
enseñaros por medio del aparato mediúmnico. Pero también así como las
influencias atmosféricas obran y turban a menudo la transmisión del telégrafo
eléctrico, la influencia moral del médium, obra y turba algunas veces la transmisión
de nuestros despachos de ultratumba, porque nos vemos obligados a hacerles
pasar por un ambiente que les es contrario. Sin embargo, esta influencia se
anula por nuestra energía y nuestra voluntad y ningún acto perturbador se manifiesta.
En efecto, los dictados de una alta importancia filosófica, las comunicaciones
de una perfecta moralidad son transmitidas algunas veces por médiums poco a
propósito para estas enseñanzas superiores; mientras que por otro lado se transmiten
algunas veces comunicaciones poco edificantes por conducto de médiums que se
avergüenzan de haberles servido de conductor.
En tesis general, se puede afirmar que los Espíritus semejantes
llaman a sus semejantes y que rara vez los Espíritus de pléyades elevadas se
comunican por aparatos malos conductores, cuando tienen a la mano buenos
instrumentos mediúmnicos, buenos médiums, en una palabra.
Los médiums ligeros y poco formales llaman, pues, a los Espíritus
de la misma naturaleza; por esto sus comunicaciones están llenas de elogios,
frivolidades, ideas sin continuidad y a menudo muy heterodoxas,
espiritísticamente hablando.
Ciertamente pueden decir y dicen algunas veces cosas buenas; pero
sobre todo en esto caso es menester practicar un examen severo y escrupuloso;
porque entre estas cosas buenas, ciertos Espíritus hipócritas insinúan con
habilidad y con una perfidia calculada hechos calumniosos y aserciones
mentirosas, a fin de engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces debe uno
quitar, sin consideración, toda palabra, toda frase equívoca, y no conservar del
dictado sino lo que la lógica acepta o lo que la doctrina ha enseñado ya. Las
comunicaciones de esta naturaleza sólo son temibles para los espiritistas
aislados, los grupos recientes o poco instruidos; porque en las reuniones en
que los adeptos están más adelantados o han adquirido la experiencia, el grajo
que se adorna con las plumas del pavo real es siempre irremisiblemente despedido.
No hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y escuchar
comunicaciones obscenas; dejemos que se complazcan en la sociedad de los
Espíritus cínicos. Por lo demás, las comunicaciones de este orden por ellas
mismas buscan la soledad y el aislamiento; en todo caso, sólo podrían despertar
el desdén y el disgusto entre los hombres de los grupos filosóficos y formales.
Pero donde se hace sentir realmente la influencia moral del médium,
es cuando éste sustituye sus ideas personales a las que los Espíritus esfuerzan
en sugerirle; igualmente, cuando saca de su imaginación teorías fantásticas que
el mismo cree de buena fe que resultan de una buena comunicación intuitiva. En
tal caso puede entonces hacerse la apuesta de mil contra uno que esto sólo es
el reflejo del Espíritu personal del médium; acontece también el hecho curioso
de que la mano del médium se mueve algunas veces casi mecánicamente impulsada
por un Espíritu secundario y burlón. Contra esta piedra de toque vienen a estrellarse
las imaginaciones ardientes; porque arrastrados por el ardor de sus propias
ideas y por el oropel de sus conocimientos literarios, los médiums desconocen
el modesto dictado de un Espíritu prudente, y abandonado la presa por la sombra
lo sustituyen por una paráfrasis pomposa. Contra este escollo terrible vienen
igualmente a estrellarse las personalidades ambiciosas que, en defecto de
comunicaciones buenas que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus
propias obras como obra de los mismos Espíritus. Aquí tenéis por qué es preciso
que los jefes de los grupos espiritistas estén dotados de un tacto exquisito y
de una rara sagacidad para discernir las comunicaciones auténticas de aquellas
que no lo son, y para no herir a aquellos que se hacen ilusión a sí mismos.
En la duda abstente, dice uno de vuestros antiguos proverbios; no
admitáis, pues, sino aquello que tenga para vosotros una evidencia cierta.
Desde que aparezca una opinión nueva, por poco que la creáis dudosa, pasadla
por el tamiz de la razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido
reprueban, rechazadlo con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir una
sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría podéis
edificar todo un sistema que se derrumbaría al primer soplo de la verdad como
un monumento construido sobre la arena movediza, mientras que si hoy rechazáis
ciertas verdades porque no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un
hecho brusco o una demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la autenticidad.
Sin embargo acordaos ¡oh espiritistas!, que para Dios y para los
buenos Espíritus no hay nada imposible sino la injusticia y la iniquidad.
El Espiritismo está bastante esparcido ahora entre los hombres y
ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros de su santa doctrina, para
que los Espíritus no se vean precisados a emplear los malos instrumentos de los
médiums imperfectos.
Si, pues, un médium, cualquiera que sea, diere un legítimo motivo de
sospecha, por su conducta o sus costumbres, por su orgullo, por su falta de amor
y caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque hay una serpiente
oculta en las matas.
Aquí tenéis mi conclusión sobre la influencia moral de los médiums.
ERASTO”
"El Libro de los Médiums"