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6 de febrero de 2016

La Cólera



9. El orgullo os conduce a creeros más de lo que sois, a no poder sufrir una comparación que pueda rebajaros, a veros, por el contrario, de tal modo por encima de vuestros hermanos, sea como genio, sea como posición social, sea también como ventajas personales, que el menor paralelo os irrita y os resiente; ¿y qué sucede entonces? Que os entregáis a la cólera.

2 de febrero de 2016

La afabilidad y la dulzura

6. La benevolencia para con sus semejantes, fruto del amor al prójimo, produce la afabilidad y la dulzura que son su manifestación.

Sin embargo, no siempre debemos fiarnos de las apariencias; la educación y las costumbres del mundo pueden dar el barniz de estas cualidades. ¡Cuántos hay cuya fingida bondad sólo es una máscara para el exterior, un hábito cuyo corte calculado disimula las deformidades ocultas! El mundo está lleno de esas gentes que tienen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón; "que son dulces con tal que nadie les incomode, pero que muerden a la menor contrariedad; cuya lengua dorada, cuando hablan cara a cara, se cambia en dardo envenenado cuando están ausentes".

29 de enero de 2016

Dejad a los niños venir a mí

18. Cristo dijo: "Dejad a los niños venir a mí" Estas palabras profundas, en su sencillez, no se concretan al simple llamamiento de los niños, si que también al de las almas que gravitan en los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la esperanza. Jesús llamaba a Él la infancia intelectual de la criatura formada; a los débiles,
a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella. Jesús quería que los hombres fuesen a Él con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad.


28 de enero de 2016

Expiación en la Tierra

13. "Es menester que vengan escándalos en el mundo", dijo Jesús, porque siendo los hombres imperfectos en la tierra se inclinan a hacer mal, y porque malos árboles, dan malos frutos. Es necesario, pues, entender por estas palabras, que el mal es una consecuencia de la imperfección de los hombres, y que no tengan una obligación de hacerlo.

11 de diciembre de 2015

La Paciencia


   
       El dolor es una bendición que Dios envía a los elegidos; no os aflijáis, pues, cuando sufrís, sino por el contrario, bendecid a Dios Todopoderoso que os ha señalado el dolor en la tierra para la gloria en el cielo.


          Sed pacientes; la paciencia también es una caridad, y vosotros debéis practicar la ley de caridad enseñada por Cristo, enviado de Dios. La caridad que consiste en la limosna que se da a los pobres, es la más fácil de todas: pero hay una mucho más penosa, y por consecuencia mucho más meritoria: es "la de perdonar a aquellos que Dios ha colocado a nuestro paso para ser instrumentos de nuestros sufrimientos y poner nuestra paciencia a prueba".

20 de enero de 2014

¿Cómo puedo hacer yo caridad?



Amigos míos: he oído decir a muchos de vosotros: ¿Cómo puedo hacer yo caridad? muchas veces aún no tengo lo necesario.

La caridad, amigos míos, se hace de muchos modos; podéis hacer la caridad en pensamientos, en palabras, y en acciones. En pensamientos, rogando por los pobres desamparados que murieron sin que pudieran ver la luz; una oración de corazón les alivia. En palabras, dirigiendo a vuestros compañeros de todos los días algunos consejos buenos; decir a los hombres irritados por la desesperación, por las privaciones y que blasfeman del nombre del Todopoderoso:

"Yo era como vosotros; yo sufría, era desgraciado; pero he creído en el Espiritismo, y mirad que feliz soy ahora".

A los ancianos que os dirán: "Es inútil, estoy al fin de mi carrera y moriré como he vivido", decidles a estos: 

"Dios hace a todos igual justicia; acordaos de los trabajadores de la última hora".

A los niños que viciados ya por las compañías que les rodean: vagan por las calles muy expuestos a caer en las malas tentaciones, decidles: 

"Dios nos ve, hijos míos",

 y no temáis en repetirles a menudo esas dulces palabras; ellas concluirán por germinar en su joven inteligencia, y en lugar de pilluelos, habréis hecho hombres honrados. También esto es una caridad.

Muchos de vosotros decís también: "¡Bah! somos tan numerosos en la tierra, que Dios no puede vernos a todos". Escuchad bien esto, amigos míos: ¿Cuando estáis en la cumbre de una montaña, acaso vuestra mirada no abraza los millares de granos de arena que la cubren? ¡Pues bien! Dios os ve del mismo modo; os deja vuestro libre albedrío, así como vosotros dejáis esos granos de arena ir a la voluntad del viento que los dispersa; sólo que Dios, en su misericordia infinita, ha puesto en el fondo de vuestro corazón un centinela y un vigilante que se llama "conciencia". Escuchadla; os dará buenos consejos. Algunas veces la embotáis oponiéndola al espíritu del mal; entonces se calla, pero creed que la pobre, abandonada, se hará oír tan pronto como la habréis dejado percibir una sombra de remordimiento. 

Escuchadla, interrogadla, y muchas veces encontraréis consuelos en los consejos que os dé.
Amigos míos, a cada regimiento nuevo, el general entrega una bandera, y os doy esta máxima de Cristo:
"Amaos unos a otros".

Practicad esta máxima, agrupaos alrededor de este estandarte y recibiréis de Él la felicidad y el consuelo.


(Un espíritu protector. Lyon. 1810.)

“El Evangelio según el Espiritismo”

14 de agosto de 2013

Modo de Orar



El primer deber de toda criatura humana, el primer acto que debe señalar para ella la vuelta a la vida activa de cada día, es la oración. Casi todos vosotros rezáis, pero

¡cuán pocos saben orar!

¡Qué importan al Señor las frases que juntáis maquinalmente, porque tenéis esta costumbre, que es un deber que llenáis y que, como todo deber, os molesta!

La oración del cristiano, del espiritista, de cualquier culto que sea, debe ser hecha desde que el espíritu ha vuelto a tomar el yugo de la carne; debe elevarse a los pies de la majestad divina, con humildad, con profundidad, alentada por el reconocimiento de todos los bienes recibidos hasta el día, y por la noche que se ha pasado, durante la cual os ha sido permitido, aunque sin saberlo vosotros, volver al lado de vuestros amigos, de vuestros guías, para que con su contacto os den más fuerza y perseverancia. Debe elevarse humilde a los pies del Señor, para recomendarle vuestra debilidad, pedirle su apoyo, su indulgencia y su misericordia. Debe ser profunda, porque vuestra alma es la que debe elevarse hacia el Creador, la que debe transfigurarse como Jesús en el monte Tabor, y volverse blanca y radiante de esperanza y de amor.

Vuestra oración debe encerrar la súplica de las gracias que os sean necesarias, pero de una necesidad real. Es, pues, inútil pedir al Señor que abrevie vuestras pruebas y que os dé los goces y las riquezas; pedirle que os conceda los bienes más preciosos de la paciencia, de la resignación y de la fe. No digáis lo que muchos de entre vosotros:

"No vale la pena orar, porque Dios no me escucha".

La mayor parte del tiempo ¿qué es lo que pedís a Dios? ¿Habéis pensado muchas veces en pedirle vuestro mejoramiento moral? ¡Oh! no, muy pocas; más bien pensáis en pedirle el buen éxito de vuestras empresas terrestres, y habéis exclamado: "Dios no se ocupa de nosotros; si se ocupara no habría tantas injusticias". ¡Insensatos! ¡Ingratos! Si descendieseis al fondo de vuestra conciencia, casi siempre encontraríais en vosotros mismos el origen de los males de que os quejáis; pedid, pues, ante todo, vuestro mejoramiento y veréis qué torrente de gracias y consuelos se esparcirá entre vosotros.

Debéis rogar sin cesar, sin que por esto os retiréis a vuestro oratorio o que os pongáis de rodillas en las plazas públicas. La oración del día es el cumplimiento de vuestros deberes sin excepción, cualquiera que sea su naturaleza. ¿No es un acto de amor hacia el Señor el que asistáis a vuestros hermanos en cualquier necesidad moral o física? ¿No es hacer un acto de reconocimiento elevar vuestra alma hacía Él cuando sois felices, cuando se evita un percance, cuando una contrariedad pasa rozando con vosotros, si decís con el pensamiento:

"¡Bendito seáis, Padre mío!". ¿No es un acto de contrición el humillaros ante el Juez
Supremo cuando sentís que habéis fallado, aunque sólo sea de pensamiento, al decirle:

"¡Perdonadme, Dios mío,
porque he pecado
(por orgullo, por egoísmo o por falta de caridad);
dadme fuerza para que no falte más
y el valor necesario para reparar la falta!".

Esto es independiente de las oraciones regulares de la mañana y de la noche, y de los días que a ella consagréis; pero, como veis, la oración puede hacerse siempre sin interrumpir en lo más mínimo vuestros trabajos; decid, por el contrario, que los santifica.

Y creed bien que uno solo de estos pensamientos, saliendo del corazón, es más escuchado de vuestro padre celestial que largas oraciones dichas por costumbre, a menudo sin causa determinada, y "a las cuales conduce maquinalmente la hora convenida".

(V. Monod. Burdeos, 1868).

“El Evangelio según el Espiritismo”


10 de agosto de 2013

Los sanos no tienen necesidad de médico



11. Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con Él, y con sus discípulos.

- Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?

 - Y oyéndolo Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (Mateo, cap. IX, v. 10, 11 y 12).


12. Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe porque quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no faltarles nada.

Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo. Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de hacer mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser atributo exclusivo de los más meritorios.

Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oir y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas, habría más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa.

Si el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan llevar la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más viveza que si los recibiera por caminos indirectos. Dios, en su bondad, para ahorrarle el trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable si no la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto, oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo.

La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habitales con los espíritus superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el que comunica fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos. Unicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades morales sobre la mediumnidad.



Extraído de “El Evangelio según el Espiritsmo”