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15 de agosto de 2013

Pases



En todas las reuniones del grupo en el que participa Alejandro con atribuciones de orientador, son varios los servicios que se desarrollan bajo la responsabilidad de los compañeros desencarnados. No siempre me fue posible estudiarlos por separado; pero respecto a algunos de ellos, no me contuve ante el fuerte deseo de recibir aclaraciones del respetable instructor. Uno de esos servicios era el de pases magnéticos suministrados a los frecuentadores de la casa.



El trabajo era atendido por seis entidades, cubiertas con túnicas muy blancas, como enfermeros vigilantes. Casi no hablaban y operaban con intensidad. Todas las personas, que acudían al recinto, recibían de ellos el toque saludable y después de haber atendido a los encarnados, suministraban socorro eficiente a las entidades infelices de nuestro plano, principalmente, a las que componían el séquito familiar de nuestros amigos de la Tierra.



Al preguntarle a Alejandro sobre aquella sesión de actividad espiritual, indicando a los compañeros en silencioso  esfuerzo, el mentor, con la bondad de siempre, aclaró:



–Aquellos amigos nuestros, son técnicos en auxilio magnético que comparecen aquí para dar pases de socorro. Se trata de un departamento delicado de nuestras tareas, que exige mucho criterio y responsabilidad.



–Esos trabajadores –interrogué– ¿deben ser acreedores de requisitos especiales?



–Sí –explicó el mentor amigo–, en la ejecución de la tarea que les está encomendada, no basta la buena voluntad, como sucede en otros sectores de nuestra actuación. Necesitan poseer determinadas cualidades de orden superior y ciertos conocimientos especializados. El servidor del bien, incluso desencarnado, no puede ser eficiente en semejante servicio, si todavía no consiguió mantener un patrón superior de continua elevación mental, por ser esto una condición indispensable para la exteriorización de las facultades radiantes. El misionero del auxilio magnético, tanto en la Tierra como en nuestra esfera, necesita tener gran dominio de sí mismo, espontáneo equilibrio de sentimientos, acentuado amor a los semejantes, alta comprensión de la vida, fe vigorosa y profunda confianza en el Poder Divino. Me  corresponde agregar que, semejantes requisitos, en nuestro plano, constituyen exigencias de las que no se puede huir, mientras que en la esfera carnal, la buena voluntad sincera puede, en muchos casos, suplir esa o aquella deficiencia, lo que se justifica, en virtud de la asistencia prestada por los benefactores de nuestros círculos de acción al servidor humano aún incompleto en el terreno de las cualidades deseables.



Oyendo las consideraciones del orientador, me acordé de que, en efecto, en las reuniones habituales del grupo, se veían de vez en cuando a los médiums pasistas en servicio, acompañados de cerca por las referidas entidades. Entonces, me valí de la ocasión para intensificar mi aprendizaje.



–Los amigos encarnados –pregunté–, de modo general, ¿podrían colaborar en semejantes actividades de auxilio  magnético?



–Todos, con mayor o menor intensidad, podrán prestar concurso fraterno, en ese sentido –respondió el orientador–, pues una vez revelada la disposición fiel de cooperar sirviendo al prójimo, por ese o aquel trabajador, las autoridades de nuestro plano designan a entidades sabias y benevolentes, que orientan indirectamente al neófito, utilizando su buena voluntad y enriqueciendo su propio valor. Sin embargo, son muy raros los compañeros que demuestran la vocación de servir de manera natural. Muchos, a pesar de ser bondadosos y sinceros en sus convicciones, esperan la mediumnidad curadora, como si se tratara de un acontecimiento milagroso en sus vidas y no un servicio del bien que pide del candidato el esfuerzo laborioso del comienzo.



Claro que, refiriéndonos a los hermanos encarnados, no podemos exigir la cooperación de nadie en el ámbito de nuestros trabajos normales; pero, si alguno de ellos viene a nuestro encuentro, solicitando su admisión en las tareas de auxilio, lógicamente recibirá nuestra mejor orientación en el campo de la espiritualidad.



–Aunque el operario humano revele valores muy reducidos, ¿puede ser utilizado? –interrogué con curiosidad.



–Perfectamente –adujo Alejandro, atento–. Desde que su interés en las adquisiciones sagradas del bien se mantenga por encima de cualquier preocupación transitoria, él debe esperar incesante progreso de las facultades radiantes, no sólo por su propio esfuerzo, sino también por el concurso de lo Más Alto, del que se hace acreedor.







"Misioneros de la Luz"

Andre Luiz / Francisco C. Xavier.

13 de agosto de 2013

La vida no cesa



La vida no cesa. La vida es fuente eterna y la muerte el juego obscuro de las ilusiones.

El gran río tiene su trayecto antes de llegar al mar inmenso.

Copiándole la expresión, el alma recorre igualmente caminos variados y etapas diversas. También recibe afluentes de conocimientos, aquí y allí, se acrecienta en tamaño y se purifica en calidad, antes de encontrar el Océano Eterno de la Sabiduría.

Cerrar los ojos carnales, constituye una operación demasiado simple.

Permutar el ropaje físico, no decide el problema fundamental de la iluminación, de la misma manera que el cambio de vestido nada tiene que ver con las soluciones profundas del destino y del ser.

¡Oh, caminos de las almas, misteriosos caminos del corazón! ¡Es necesario recorreros antes de intentar la suprema ecuación de la Vida Eterna! ¡Es indispensable vivir vuestro drama, conoceros detalle a detalle, en el largo proceso del perfeccionamiento espiritual!

Sería extremadamente infantil la creencia de que el simple “bajar el telón”, resolviese trascendentales cuestiones del Infinito.


Una existencia es un acto.



Un cuerpo — un vestido.



Un siglo — un día.



Un servicio — una experiencia.



Un triunfo — una adquisición.



Una muerte — un soplo renovador.


¿Cuántas existencias, cuántos cuerpos, cuántos siglos, cuántos servicios, cuántos triunfos, cuántas muertes necesitamos aún?

¡Y el letrado de filosofía religiosa habla de deliberaciones finales y de posiciones definitivas!

¡Ah! ¡Por todas partes, los cultos en doctrina y los analfabetos del espíritu!

Se hace necesario mucho esfuerzo del hombre para ingresar en la academia del Evangelio del Cristo, ingreso que se verifica, casi siempre de extraña manera – él solo, en compañía del Maestro, efectuando el curso difícil, recibiendo lecciones sin cátedras visibles y oyendo vastas disertaciones sin palabras articuladas.

Muy larga, por tanto es nuestra jornada laboriosa.

Nuestro pobre esfuerzo quiere traducir, apenas, una idea de esa verdad fundamental.

¡Muchas gracias, amigos míos, por vuestra atención!

Nos manifestamos, junto a vosotros, en el anonimato que obedece a la caridad fraternal. La existencia humana muestra gran mayoría de vasos frágiles que no pueden contener aún toda la verdad. Además, no nos interesaría, por ahora, sino la experiencia profunda, con sus valores colectivos. No atormentaríamos a nadie con la idea de la eternidad.

Que los vasos se fortalezcan, en primer lugar. Suministraremos solamente algunas ligeras noticias, al espíritu necesitado de nuestros hermanos en la senda de realización espiritual, y que comprenden, con nosotros, que “el espíritu sopla donde quiere”.

Y, ahora, amigos, que mi agradecimiento se calque en el papel, recogiéndose en el gran silencio de la simpatía y de la gratitud. Atracción y reconocimiento, amor y júbilo, viven en el alma. Creed que guardaré semejantes valores conmigo, a vuestro respecto, en el santuario del corazón.

Que el Señor nos bendiga.


André Luiz.


20 de julio de 2013

Función Mediúmnica



L - Párrafo 226



 




La mediumnidad es como el trabajo: todos tienen acceso a ella.




 De igual manera, tal como sucede con el trabajo, quien tenga la responsabilidad de ejercerla está obligado a ser leal a su deber, a efectos de que la labor llegue a buen fin.