29 de enero de 2014

Papel del Médium en las Comunicaciones Espiritistas (y III)



225. La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu superior, que se ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la manera más clara y más completa la cuestión de papel de los médiums.

Cualquiera que sea la naturaleza de los médiums escribientes, mecánicos, semimecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no varían esencialmente. En efecto, nos comunicamos con los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de nuestro pensamiento.

Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro, no es perceptible para ellos. En este caso es Espíritu encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante.

De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos anteriores latentes propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él, el fenómeno de la comunicación no es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuese limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.

Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada, nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium sea intuitivo, semimecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y el calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño a él, bien que el asunto salga del círculo en el cual se mueve habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis deferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales, más o menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos.

Es incontestable que con el piano, la flauta o el violín, ejecutaremos nuestro fragmento de una manera muy comprensible para los oyentes; y aun cuando los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente diferentes los uno de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma, salvo los cambios del sonido. Pero si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.

En efecto, cuando nos vemos precisados a servirnos de médiums poco avanzados, nuestro trabajo es más largo y mucho más penoso, porque nos vemos obligados por recurso a tomar formas incompletas, lo que para nosotros es una complicación; porque entonces nos vemos forzados a descomponer nuestros pensamientos y proceder, palabra por palabra, letra por letra, lo que es enojoso y fatigante para nosotros, y una traba real para la prontitud y el desarrollo de nuestras manifestaciones.

Por esto somos felices cuando encontramos médiums bien apropiados, bien útiles, dotados de materiales prontos a funcionar, buenos instrumentos, en una palabra, porque entonces, nuestro periespíritu, obrando sobre el periespíritu que nosotros mediumnizamos, no hay más que dar impulsión a la mano que nos sirve de porta plumas o de lapicero; mientras que, con los médiums insuficientes, estamos obligados a hacer un trabajo análogo al que hacemos cuando nos comunicamos por golpes, es decir, designando letra por letra, palabra por palabra, cada una de las frases que forman la traducción de los pensamientos que queremos comunicar.

Por estas razones nos dirigimos con preferencia a las clases ilustradas e instruidas, para la divulgación del Espiritismo y el desarrollo de las facultades mediúmnicas escritoras, aun cuando entre estas clases se encuentran los individuos más incrédulos, los más rebeldes y los más inmorales. De la misma manera que dejamos hoy a los Espíritus burlones y poco avanzados el ejercicio de las comunicaciones tangibles de golpes y aportes, de la misma manera los hombres poco formales entre vosotros prefieren la vista de los fenómenos que hieren sus ojos y sus oídos, a los fenómenos puramente espirituales, puramente psicológicos.

Cuando queremos proceder por dictados espontáneos obramos sobre el cerebro, sobre el archivo del médium y reunimos nuestros materiales con los elementos que nos proporciona y siempre sin que él lo sepa; es como si tomásemos de su bolsillo las monedas que tuviese en él y las colocáramos siguiendo el orden que nos pereciera más útil.

Pero cuando el médium quiere preguntarnos el mismo de cualquier manera que sea, es bueno que reflexione formalmente a fin de que pueda preguntarnos de un modo metódico, facilitándonos así nuestro trabajo de contestación. Porque, como ya se os ha dicho en una instrucción precedente, vuestro cerebro está, a veces, en un desorden confuso, nos es tan penoso como difícil el movernos en el laberinto de vuestros pensamientos.

Cuando las preguntas deben hacerse por terceros, es bueno, es útil que la serie de preguntas sean comunicadas anticipadamente al médium para que éste se identifique con el Espíritu que evoca y se impregne de ellas, por decirlo así, porque nosotros mismos tenemos entonces mucho más facilidad para responder, por la afinidad que existe entre nuestro periespíritu y es del médium que nos sirve de intérprete.

Ciertamente nosotros podemos hablar de matemática por mediación de un médium que parezca no entender nada; pero a veces el Espíritu de este médium posee este conocimiento en estado latente, es decir, personal, al ser fluídico y no al ser encarnado, porque su cuerpo actual es un instrumento rebelde o contrario a este conocimiento, Lo mismo sucede con la astronomía, la poesía, la medicina y los diversos idiomas, así como con todos los otros conocimientos particulares de la especie humana. En fin, tenemos, además, el medio trabajoso de la elaboración con médiums completamente extraños al objeto de que se han tratado, reuniendo las letras y las palabras, como en tipografía.
Así como lo hemos dicho ya, los Espíritus no tienen necesidad de vestir su pensamiento; perciben y comunican los pensamientos por el solo hecho de que existen en ellos. Los seres corporales al contrario no pueden percibir el pensamiento sino revestido. Mientras que la letra, la palabra, el sustantivo, el verbo, la frase, por decirlo de una vez, os son necesarias para percibir aunque sea mentalmente; ninguna forma visible o tangible es necesaria para nosotros.

ERASTO Y TIMOTEO.”


"El Libro de los Médiums"







23 de enero de 2014

Influencia Moral del Médium (II)



227. Si el médium, desde el punto de vista de la ejecución, sólo es un instrumento, ejerce con relación a la moral una gran influencia. Puesto que para comunicarse el Espíritu extraño se identifica con el Espíritu del médium, esta identificación no puede tener lugar sino cuando entre los dos hay simpatía y, sí puede decirse así, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza o diferencia; así, pues, los buenos tienen afinidad por los buenos y los malos por los malos; de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen una influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermediario.
Si es vicioso, los Espíritus inferiores vienen a agruparse a su alrededor y están siempre prontos para tomar el puesto de los buenos que se han llamado. Las cualidades que atraen con preferencia a los buenos Espíritus son:

  •       la bondad,
  •       la benevolencia,
  •       la sencillez de corazón,
  •      el amor al prójimo,
  •    el desprendimiento de las cosas materiales;

los defectos que les alejan son: 

  •      el orgullo,
  •    el egoísmo,
  •       la envidia,
  •       los celos,
  •       la ira,
  •      la ambición,
  •      la sensualidad
  •      y todas las pasiones por las cuales el hombre se une a la materia.

228. Todas las imperfecciones morales son otras tantas puertas abiertas que dan entrada a los malos Espíritus, pero lo que ellos explotan con más habilidad es el orgullo, porque es el que menos deja conocerse a sí mismo; el orgullo ha perdido a muchos médiums dotados de las más bellas facultades, y que, sin esto, hubieran podido ser sujetos notables y muy útiles; mientras que, habiendo sido presa de Espíritus mentirosos, sus facultades se han pervertido en primer lugar, después aniquilado, y más de uno se ha visto humillado por las más amargas decepciones.

El orgullo se traduce en los médiums por señales no equívocas sobre las cuales es tanto más necesario el llamar la atención como que es una de las extravagancias que deben inspirar desconfianza sobre la veracidad de sus comunicaciones. En primer lugar es una confianza ciega en la superioridad de estas mismas comunicaciones y en la infalibilidad del Espíritu que se los da; de aquí dimana cierto desdén por todo lo que no viene de ellos por que se creen el privilegio de la verdad. El prestigio de los grandes nombres con los cuales se adornan los espíritus para justificar que les protegen, les ofusca, y como su amor propio sufriría confesando que son engañados, rechazan toda clase de consejos; los evitan aun alejándose de sus amigos y de cualquiera que pudiese abrirles los ojos; si son condescendientes en escucharles, no hacen caso de sus avisos, porque dudar de la superioridad de su Espíritu, es casi una profanación. Se ofuscan por la menor contradicción, por una simple observación crítica, y, algunas veces llegan hasta aborrecer a las personas que les han hecho favores. Merced a este aislamiento provocado por los Espíritus que no quieren tener contradictores, éstos están satisfechos con entretenerles en sus ilusiones; de este modo les hacen aceptar a su gusto los más grandes absurdos por cosas sublimes. Así, pues, confianza absoluta en la superioridad de lo que obtienen, desprecio de lo que no viene de ellos, importancia irreflexiva dada a los grandes nombres, no admitir consejos, tomar a mal toda crítica, alejamiento de aquellos que puedan dar avisos desinteresados, creencia en su habilidad a pesar de su falta de experiencia; tales son los caracteres de los médiums orgullosos.

Es menester convenir también que el orgullo está excitado en el médium por aquellos que le rodean. Si tiene facultades un poco transcendentales, es buscado y elogiado; se cree indispensable y muy pronto afecta el aire de suficiencia y desdén cuando presta su concurso. Más de una vez, nos lamentamos, por los elogios que dimos a ciertos médiums, con el objetivo de animarlos.

229. Al lado de eso pongamos a la vista el cuadro del médium verdaderamente bueno, aquel en que se puede tener confianza.

Supongamos, en primer lugar, una facilidad de ejecución bastante grande para permitir a los Espíritus el comunicarse libremente y sin inconvenientes por ninguna dificultad material. Obtenido esto lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus que habitualmente le asisten, y para esto no es al nombre al que se debe atender, sino al lenguaje. Jamás se debe perder de vista que las simpatías que se granjeará entre los Espíritus buenos, estarán en razón de lo que hará para alejar a los malos. Persuadido de que su facultad es un don, que le ha sido concedido para el bien, no abusa y no se hace de ello ningún mérito. Acepta las comunicaciones buenas que se le hacen, como una gracia de la que es menester que se esfuerce en hacerse digno por su bondad, por su benevolencia y su modestia. El primero se enorgullece por sus relaciones con los Espíritus superiores; éste se humilla, porque nunca se cree merecedor de este favor.  


El Libro de los Médiums 



20 de enero de 2014

¿Cómo puedo hacer yo caridad?



Amigos míos: he oído decir a muchos de vosotros: ¿Cómo puedo hacer yo caridad? muchas veces aún no tengo lo necesario.

La caridad, amigos míos, se hace de muchos modos; podéis hacer la caridad en pensamientos, en palabras, y en acciones. En pensamientos, rogando por los pobres desamparados que murieron sin que pudieran ver la luz; una oración de corazón les alivia. En palabras, dirigiendo a vuestros compañeros de todos los días algunos consejos buenos; decir a los hombres irritados por la desesperación, por las privaciones y que blasfeman del nombre del Todopoderoso:

"Yo era como vosotros; yo sufría, era desgraciado; pero he creído en el Espiritismo, y mirad que feliz soy ahora".

A los ancianos que os dirán: "Es inútil, estoy al fin de mi carrera y moriré como he vivido", decidles a estos: 

"Dios hace a todos igual justicia; acordaos de los trabajadores de la última hora".

A los niños que viciados ya por las compañías que les rodean: vagan por las calles muy expuestos a caer en las malas tentaciones, decidles: 

"Dios nos ve, hijos míos",

 y no temáis en repetirles a menudo esas dulces palabras; ellas concluirán por germinar en su joven inteligencia, y en lugar de pilluelos, habréis hecho hombres honrados. También esto es una caridad.

Muchos de vosotros decís también: "¡Bah! somos tan numerosos en la tierra, que Dios no puede vernos a todos". Escuchad bien esto, amigos míos: ¿Cuando estáis en la cumbre de una montaña, acaso vuestra mirada no abraza los millares de granos de arena que la cubren? ¡Pues bien! Dios os ve del mismo modo; os deja vuestro libre albedrío, así como vosotros dejáis esos granos de arena ir a la voluntad del viento que los dispersa; sólo que Dios, en su misericordia infinita, ha puesto en el fondo de vuestro corazón un centinela y un vigilante que se llama "conciencia". Escuchadla; os dará buenos consejos. Algunas veces la embotáis oponiéndola al espíritu del mal; entonces se calla, pero creed que la pobre, abandonada, se hará oír tan pronto como la habréis dejado percibir una sombra de remordimiento. 

Escuchadla, interrogadla, y muchas veces encontraréis consuelos en los consejos que os dé.
Amigos míos, a cada regimiento nuevo, el general entrega una bandera, y os doy esta máxima de Cristo:
"Amaos unos a otros".

Practicad esta máxima, agrupaos alrededor de este estandarte y recibiréis de Él la felicidad y el consuelo.


(Un espíritu protector. Lyon. 1810.)

“El Evangelio según el Espiritismo”

18 de enero de 2014

Mensaje del Dr. Bezerra de Menezes



¡Hijos e hijas del corazón!

Las nobles conquistas de la Ciencia irguieron a la criatura humana a la elevada cima de la inteligencia.

La tecnología punta le extendió los horizontes en el macro y en el microcosmos.

Es necesario, sin embargo, que el ser humano, deslumbrado por las conquistas de fuera, no olvide de las conquistas sublimes de su mundo interior.

La sociedad voluptuosa avanza aplastando las otras culturas a través de las denominaciones nacionales.

Armado para la beligerancia del mundo confirma fronteras y, a cada momento estallan rebeliones.

Aquellos que conocemos a Jesús, sin embargo, deberemos respetar las fronteras geográficas, sí, pero considerar las fronteras espirituales e integrarnos en el trabajo del cultivo de la tierra del sentimiento, a través de la abnegación y del amor.

No más interrogaciones injustificables al respecto de la voluptuosidad y de los placeres transitorios.

Llega el momento de la maduración interna, enriquecedora, para que realmente la felicidad permanezca en nuestro mundo íntimo ayudándonos a atesorar los dones que prosiguen eternamente.

Vuestros guías espirituales oyen vuestros llamamientos. Reciben vuestras súplicas y vienen, presurosos, a atenderos. No obstante, muchas veces, enclaustrados en la revuelta, en el resentimiento no les permitís la comunicación ideal para las soluciones de que tenéis necesidad.

Dulcificaos, ablandad esos impulsos estimulados por las propuestas de los medios frenéticos, compadeceos de las víctimas, sin olvidaros de los verdugos.

Cuando alguien delinque cometiendo un crimen, a veces, hediondo, y la furia se os instala, deseando linchamiento, muerte, justicia, considerad que el perverso es profundamente infeliz, que el sicario de vidas es un enfermo interno, en el cual predomina la herencia primitiva de la barbarie.

¿Cómo podían los ejecutores nazis matar en el campo de concentración y, llegar a casa, sonrientes, afectuosos, buenos esposos y buenos padres?

Esa fragmentación de la psique hacía que un área del cerebro les diese la visión de estar obrando correctamente, tanto en las cámaras de exterminio, en las experiencias científicas perversas, como en el dulce abrigo de la familia.

Fue para fortalecer al ángel que existe en nosotros que vino Jesús.
No permitáis que ese ángel se debilite ante los impactos de las circunstancias perturbadoras del momento.

Su propuesta es que tengamos vida y vida en abundancia. ¡Vida en abundancia es Amor!

Nunca será demasiado repetiros la necesidad del Amor en la construcción del nuevo ser que se dirige hacia Dios.

Médiums, que todos somos (del Bien o de las aflicciones; de la Verdad o de la ignominia) busquemos la sintonía perfecta con Jesús y entreguémonos a Sus Manos, porque, en la condición de Pastor de Misericordia, nos guiará en Su rebaño al aprisco de la paz.

Que Dios os bendiga, hijos míos.

Es lo que les desea, el servidor humildísimo y paternal de siempre,



Bezerra.


(Mensaje psicografiado recibido por el médium Divaldo P. Franco, al término de la conferencia pública realizada en el Grupo Espírita André Luiz, en Rio de Janeiro, en la noche del 14 de agosto del 2008).

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Filhos e filhas do coração!

As nobres conquistas da Ciência ergueram a criatura humana ao elevado patamar da inteligência.

A tecnologia de ponta alargou-lhe os horizontes no macro e no microcosmo.

É necessário, no entanto, que o ser humano, deslumbrado pelas conquistas de fora, não esqueça das conquistas sublimes do seu mundo interior.

A sociedade voluptuosa avança esmagando as outras culturas através das denominações nacionais.

Armado para a beligerância o mundo confirma fronteiras e, a cada momento estouram rebeliões.

Aqueles que conhecemos Jesus, no entanto, deveremos respeitar as fronteiras geográficas, sim, mas, considerar as fronteiras espirituais e nos integrarmos no trabalho do amanho da terra do sentimento, através da abnegação e do amor.

Não mais interrogações injustificáveis a respeito da volúpia e do prazer transitórios.
Chega o momento do amadurecimento interno, enriquecedor, para que realmente a felicidade permaneça em nosso mundo íntimo ajudando-nos a entesourar os dons que prosseguem eternamente.

Vossos guias espirituais ouvem os vossos apelos. Recebem as vossas súplicas e vêm, pressurosos, atender-vos. Nada obstante, muitas vezes, enclausurados na revolta, no ressentimento não lhes permitis a comunicação ideal para as soluções de que tendes necessidade.

Dulcificai-vos, abrandai esses impulsos estimulados pelas propostas da mídia desvairada, compadecendo-vos das vítimas, sem vos esquecerdes dos algozes.
 
Quando alguém delinqüe cometendo um crime, às vezes, hediondo, e a fúria se vos instala, desejando linchamento, morte, justiça, considerai que o perverso é profundamente infeliz, que o sicário de vidas é um doente interno, no qual predomina a herança primitiva da barbárie.

Como podiam os carrascos nazistas matar no campo de concentração e, chegar em casa sorridentes, afetuosos, bons esposos e bons pais?

Essa fragmentação da psique fazia que uma área do cérebro lhes desse a visão de estarem agindo corretamente, tanto nas câmaras de extermínio, nas experiências científicas perversas, como no doce aconchego da família.

Foi para fortalecer o anjo que existe em nós que Jesus veio.

Não permitamos que esse anjo se debilite ante os impactos das circunstâncias perturbadoras do momento.

A Sua proposta é de que tenhamos vida e vida em abundância.Vida em abundância é Amor!

Nunca será demasiado repetirmos a necessidade do Amor na construção do ser novo que se dirige para Deus.

Médiuns, que todos somos – do Bem ou das aflições; da Verdade ou da ignomínia - busquemos a sintonia perfeita com Jesus e nos entreguemos às Suas mãos, porque, na condição de Pastor de Misericórdia, guiar-nos-á no Seu rebanho ao aprisco da paz.
Que Deus vos abençoe, meus filhos.

É o que vos deseja, o servidor humílimo e paternal de sempre,

Bezerra.

Mensagem psicofônica recebida pelo médium Divaldo Pereira Franco, ao término da conferência pública realizada no Grupo Espírita André Luiz, no Rio de Janeiro, na noite de 14 de agosto de 2 008